Por Eduardo del Llano
La doble moral es, más que nada, falta de una. Viene con el oxígeno, está en nosotros como el ron y la pelota. Intoxica el Comité Central y el refugio del opositor, el palacio y la choza, esta orilla y la otra.
Es doble moral la del dirigente que asegura estar trabajando
por el desarrollo del transporte colectivo pero jamás lo usa; el que dice
hablar en nombre del pueblo y en verdad lo desprecia, asumiendo que sólo él
sabe lo que al pueblo conviene; el que a sabiendas o por incuria exagera u
oculta tramos de información para dar la
impresión de que afuera todo es caos y vivimos en la mejor de las islas posibles.
Lo es la del que ve cosas arriba de la mesa que no se consiguen con su salario
pero prefiere no preguntar por su procedencia a la familia, creyendo ser más
puro con la cabeza enterrada en la arena. Y la del que da por sentado su
derecho a influir para que hijos mediocres matriculen en buenas escuelas.
Es doble moral la de la prensa cubana, llamada a ser más
realista e incisiva y que no ha dicho una palabra, por ejemplo, del gran
rechazo provocado en la población por los precios de los autos en venta, o de
por qué Internet está igual o peor que antes del cable submarino. ¿Es que eso
no constituye noticia, que el reclamo inicial venía con letra pequeña, o se
trata de la pura y tradicional falta de cojones?
Es doble moral la del que aplaude un discurso y no se atreve
a levantar la mano y disentir, habiendo sido elegido para hacerlo. Es muy doble
la del que mira a otro lado.
Es doble moral la del fundamentalista que despotrica de
todo, dice que aquí nada sirve, que él no quiere nada del sistema y clama por
emigrar, pero quince días antes de irse a Estados Unidos se hace un chequeo
médico y se opera las hemorroides. Y luego, cuando viene de visita, aprovecha
para verse la verruguita que le salió en el cuello.
Es muy doble la del emigrado que critica un acto de
violencia policial en Cuba pero lo justifica en su país de adopción. Del que
era rebelde aquí pero manso ante sus nuevos jefes de ultramar. Lo es la del que
trata de convencerse de que los americanos tienen derecho a matar gente por ahí
o encerrarla en campos de concentración en nombre de la democracia, pero arma tremendo escándalo -con faltas
de ortografía- en las redes sociales porque alguien aquí estuvo preso un par de
horas. Es más, tengo por doble la moral del emigrado que juzga a quien se queda
en Cuba y le exige lo que él no se atrevió a hacer.
La honestidad está en veda. Todos fingen; a quien muestra
coherencia entre palabra y actos hay que buscarlo candil en mano.
Ps: Acabo de ver el documental La vaca de mármol, de Enrique
Colina, acerca de Ubre Blanca, ¿se acuerdan? Lo recomiendo: tiene el ingenio,
la agilidad y -nunca mejor dicho- la saludable mala leche de sus clásicos
Estética, Vecinos o Jau.
Sobre Eduardo Del Llano
Eduardo del Llano Rodríguez (Moscú, 1962) es un escritor,
profesor universitario, guionista y director de cine cubano. Licenciado en
Historia del Arte en la Universidad de la Habana en 1985, durante la década de
1980 estuvo integrado en el grupo teatral y literario NOS-Y-OTROS. Se formó con
Jorge Goldenberg, Tom Abrams y Walter Bernstein en la elaboración de guiones
cinematográficos, al tiempo que desarrollaba su labor como profesor en la
Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana (Historia del Arte).
Del Llano, por supuesto, tu eres un tipo de doble moral de los mas sibilinos,,,
ResponderBorrarMuy bueno. Hay personas en Ultramar, que viven en el Norte, que hablan peste del sistema Cubano y luego le publicitan reconocimientos y galardones en prensa nacional cubana. Esto no es doble moral?
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