lunes, 3 de febrero de 2014

Salvar a la historia del tedio



Por Clara Maylín Castillo


Para entender el comportamiento de un pueblo, sus fenómenos, sus procesos políticos, su idiosincrasia, hay que conocer su pasado. A esta premisa debemos el interés cada vez in crescendo de potenciar la enseñanza de la historia como legitimación de la Revolución Cubana, un empeño nacional encaminado a apuntalar valores y a cimentar en la nueva generación los principios elementales de nuestro sistema social.

En esta cruzada desempeñan un rol significativo quienes develan episodios pretéritos, muchos de ellos integrados a la Unión de Historiadores de Cuba y ocupados desde el actual enero en las ediciones provinciales de su Congreso Científico, evento de mayor calibre dentro la organización.

Tal foro no es un medidor exacto del movimiento investigativo de la Historia en la isla, sino más bien un contexto de diálogo, pues la proyección científica de los historiadores rebasa tal espacio, acosada por los errores vigentes y por no pocos desafíos, aunque emprendida con optimismo de cambio.

En relación a estos temas conversé con el Doctor en Ciencias Históricas, Israel Escalona Chávez, Secretario de la Actividad Científica de la UNHIC.

Oriundo de Santiago de Cuba, este investigador ejerce el magisterio en la Universidad de Oriente y cuenta, entre otros méritos, con Premios de la Academia de Ciencias y de la Crítica Martiana Medardo Vitier, amén de numerosas publicaciones, entre las que resaltan los libros José Martí y Antonio Maceo. La pelea por la libertad y Presencia del Apóstol. Tres estudios sobre la recepción martiana, ambos publicados por Ediciones Santiago.

-¿Cuándo inició el proceso de este Vigesimoprimer Congreso?

En abril, desde que terminamos el VII Congreso Orgánico, empezamos a trabajar en este Congreso y a tratar de estabilizarlo, o sea, hacerlo de forma bianual. Tanto es así que ya tenemos la fecha del próximo, que sería en el 2016 en Holguín. En junio nosotros lanzamos la convocatoria para todos los historiadores, incluso puede darse el caso de que participe algún historiador no afiliado a la UNHIC. Hemos limitado el número de cuartillas a 15, porque es una pretensión nuestra publicar los 60 trabajos que asistan al Congreso Nacional en Camagüey, del 25 al 27 de abril.

-En este evento participan los historiadores, pero he visto también profesionales de otras ciencias, aun de Matemática.

Puede ser. Nuestra organización tiene una peculiaridad y es que muchas personas tratan la historia por afición y la tratan con mucha seriedad. Con los nuevos estatutos que aprobamos en el III Congreso Orgánico de 1995 se acepta la pertenencia a la Unión de Historiadores de personas que no tienen el título de graduados universitarios en Historia ni de licenciados por educación en Marxismo – Leninismo. En el 2001, cuando se hizo el Congreso Científico en Santiago de Cuba, había un médico santiaguero, el doctor Carlos Rafael Fleitas, intensivista, que en ocasión de ese evento hizo el libro “Los congresos nacionales de historia: de la raíz al fruto”, publicado por Ediciones Santiago. Tenemos muchos ejemplos como ese. Allá mismo en la ciudad de Santiago vive el doctor Ricardo Dedín, que ha investigado las enfermedades de Martí. Y a lo largo del país podemos encontrar personas que se desempeñan en otras tareas de la sociedad y son profundos investigadores de la historia, lo cual es una tradición además. La historiografía cubana se cimentó sobre la base de personas que no eran profesionales de la historia. Por ejemplo, cuando hablamos de la Neocolonia, los historiadores más importantes quiénes eran: Ramiro Guerra, un maestro; Emilio Roig, abogado y Fernando Ortiz, otro abogado.

-La Unión de Historiadores de Cuba acepta a personas que, a pesar de su empeño y sus aciertos, pueden o no manejar la metodología, las categorías concretas para afrontar la investigación histórica. ¿No hay preocupación en ese sentido?

Preocupación sí existe y creo que es uno de los retos de la historiografía cubana. Yo he estado reflexionando sobre eso, y no se trata de excluir a nadie, sino de atender a los preceptos propios de la Historia. Haré algunas reflexiones para quizás complacer tu inquietud. Si lo miras en el orden práctico, cuando alguno de nosotros formamos parte de estos equipos institucionales, por ejemplo del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, pertenecemos al capítulo de las ciencias sociales. Pero si estamos integrados a la UNEAC, entonces formamos parte de la Sección de Literatura. Y es que la Historia es ciencia pero también es literatura. No se puede escribir como lo hacen otros científicos que escriben fundamentalmente para su gremio. El historiador sabe que escribe para su gremio y para un amplio público.

-La historia es literatura, pero no es ficción. No me refería antes a una preocupación por el lenguaje, sino por el dominio de métodos, de herramientas claves a la hora de acometer una investigación.

Hay personas que sin tener esos instrumentos, o adquiriéndolos de manera empírica, logran hacer grandes aportes. Si te pones a pensar, hoy están escribiendo historia muchas personas, incluso hemos pedido a los combatientes de la Revolución que escriban su propia historia. Si una persona es amante de la Historia y ha demostrado con su labor que merece ser miembro, la sección de base lo admite. Ya cuando hablamos de un Congreso, se busca el trabajo con todo el rigor científico y metodológico para acceder a un evento de esta envergadura.

-¿Cuáles son los retos de las ciencias históricas en Cuba?

Tenemos un sistema de actividades científicas diseñado muchas veces sobre la base de conmemoraciones. Creo que un reto es ir más allá de eso, ir diseñando eventos especializados. Los que están alejados de esto nos ven a los historiadores como un frente monolítico y no es así. Tenemos muchas especialidades dentro de las ciencias históricas como los estudios patrimoniales, archivísticos, arqueológicos. Otro de los retos que tenemos es con respecto a los textos escolares. La Academia de Historia está trabajando en esta dirección y la Unión de Historiadores debe priorizar también esta actividad. Hay que garantizar que lleguen a los textos escolares los frutos de las investigaciones que se realizan, porque tardan mucho en llegar los adelantos de la ciencia al aula.

-Esa actualización constante equivale a un enorme y continuo movimiento editorial.

Claro. Por eso es un reto. Pero debe haber cambios. Yo recuerdo que hace tiempo atrás a los niños de Santiago de Cuba les pasaba algo. El libro de texto les decía que Antonio Maceo había nacido en Majaguabo y desde 1974 allí existe un Museo Casa Natal de Antonio Maceo. Te pongo otro ejemplo. Muchas personas han interpretado que Ana Betancourt levantó su voz a favor de la mujer en la Asamblea de Guáimaro. En aquel momento las mujeres no tenían derecho a nada. Ella no estuvo en la Asamblea. Ella habló en un acto público y después su esposo lo manifestó en la Asamblea.

-Pero los libros de historia afirmaban que ella estuvo en la Asamblea. ¿Quién tiene la responsabilidad entonces?

Un grupo de profesores que redactaron, porque se repiten cosas. Es otro de los problemas de la historiografía cubana: la repetición de asertos. Por ejemplo, siempre se dijo que el padre de Maceo había sido venezolano. En 1992 apareció la partida bautismal de que Marcos Maceo nació en Santiago de Cuba y está publicado, demostrado; sin embargo, hay una resistencia a esto por parte de algunos historiadores. En el número 35 de de la revista Onda de la Sociedad Cultural José Martí salió un trabajo de un historiador reiterando esta idea, pero además basándose en algunas aseveraciones que, dichas en el 2012, son muy lamentables. Por ejemplo, que el estudio antropométrico que se hizo del cráneo de Maceo por tres médicos cubanos demostraba que Antonio Maceo tenía el cuerpo de un hombre fuerte de la raza negra, pero tenía el cerebro de un hombre blanco mucho más joven, lo cual es racismo puro. Nosotros respondimos a la revista y en el número 37 salió la respuesta al artículo.

-Los libros de texto tienden a mitificar figuras y justamente desmitificarlas es uno de los mayores valores de la novela histórica basada en personalidades. ¿Por qué la historia delega a la literatura la función de presentar al hombre de carne y hueso?

Los pueblos se alimentan espiritualmente de determinadas leyendas y a veces las personalidades históricas son muy edulcoradas, tan despojadas de posibles defectos que se nos hacen irreales. Esta es una tendencia de la historiografía. Incluso en el caso de Martí, que tanto se ha escrito de él, muchas veces se le compara con Cristo, se convierte en hombre sobrenatural. También ha pasado con Maceo. Esta es una tendencia peligrosa. Yo creo que sin romper con los principios didácticos de cómo llevar a los niños y jóvenes las personalidades históricas, cada día hay que acercarse más a los seres reales que fueron. Lo que pasa es que todo tiene su nivel. En los primeros años de vida hay que alimentarles el sentimiento, crear valores, y todo eso es tarea de los científicos. Por eso digo que es un reto el investigar y ver cómo se dosifica y llega a los distintos niveles de enseñanza. A veces las personas pasan por la Universidad y la historia les resulta cansona, porque les están repitiendo lo mismo desde que están en los primeros niveles. Pero si esa historia en un nivel superior se problematiza, se debate, pues se hace mucho más creíble. En eso estamos implicadas muchas personas. Nosotros los que estamos en la Unión de Historiadores somos una pequeña parte del problema.

-La Declaración de los Historiadores, leída en la apertura del Congreso Provincial de Granma, enfatizaba la responsabilidad del gremio para hacer frente a la tergiversación de nuestra historia, que es una de las armas más utilizadas en la guerra psicológica contra Cuba.

Claro. Recuerda que la Historia es una ciencia muy vinculada a la política. Se nos han tratado de enfrentar a partir de nuestra historia, lo cual es imposible, porque no se puede hacer una oposición realista, seria, científica, a nuestra Revolución, desde nuestra historia, porque somos consecuentes con la historia. Pero lo han intentado. ¿Cómo? Desmontándonos figuras, tergiversando hechos. Eso es una pretensión constante. Lo han hecho con cosas a veces bochornosas. Yo recuerdo hace unos años que circuló por la red que habían sido encontrados los restos de Mariana Grajales totalmente completos y que iban a canonizarla. Salió la noticia con la foto de una mujer negra, lo cual además es una falta de respeto a los patriotas. Por la misma UNHIC logramos que el periódico Granma publicara el trasiego de los restos de Mariana Grajales que fueron traídos de Jamaica, el acto en el cementerio Santa Ifigenia, las fotos de los descendientes y las autoridades en el cementerio, y una ampliación de los huesos que contenía la urna.

-Hace un tiempo circuló un material que presentaba teorías acerca de la muerte de Camilo Cienfuegos.

Eso lo sabemos. Nadie lo autorizó, pero muchas personas lo vieron. Yo personalmente lo vi, porque gente del barrio que saben que soy historiador me lo dieron en una memoria para que lo viera. Lo hizo un autotitulado Instituto de Memoria Histórica de Miami, no se sabe ni quién. Algunas personas quisieron darle una respuesta, pero cuando las cosas son tan burdas… Lo que ocurrió con la noticia sobre Mariana es que ya había penetrado y estaban validándola desde el punto de vista académico, pero esto de Camilo es una de las acciones más burdas de enfrentamiento, que pueden confundir, pero si le das una respuesta académica, si lo tomas demasiado en cuenta, le estás dando validez. Yo recuerdo que en una Feria del Libro alguien propuso hacer un encuentro para combatir y contrarrestar, y podemos hacerlo, pero lo cierto es que es de tan baja factura que responder a tal infundio sería darle más importancia de la que se merece.

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