sábado, 25 de enero de 2014

Un antes y un después de Nuestra América, de José Martí



Por Luis Manuel Arce


Para Guillermo Castro Herrera, director académico de la Fundación Ciudad del Saber, de mayor solvencia intelectual en el país, la región tiene un antes y un después de Nuestra América, el ensayo publicado por el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, en enero de 1891.

Entrevistado por Prensa Latina en ocasión del 161 aniversario del natalicio de Martí, que se cumple este 28 de enero de 2013, el catedrático panameño, quien tuvo la oportunidad de estudiar en la propia Cuba la vida y obra del Apóstol, reflexiona sobre el desarrollo de su pensamiento y las formas en las que se expresa su vigencia.

Cuba, señala, fue la última colonia en independizarse de España, y uno se pregunta por qué una sociedad que había sostenido un régimen de explotación humana tan atrasado y  brutal como la esclavitud, produjo el pensamiento social más avanzado de América Latina.

“Podría decir que Cuba sintetiza en su historia la de América de Martí. El misterio cubano de la independencia tardía es también el de la formación nacional más compleja, más difícil y al mismo tiempo más acabada y más irreversible del siglo XIX”.

Martí, añade, es un hombre que muere a los 42 años, pero deja una obra en la versión que conocemos recogida en 24 tomos, en la que no hay una sola página que no sea cubana.

“Esa cubanía no se define desde Cuba aisladamente, sino desde Cuba en América, porque como lo abordaba CintioVitier, la establece como una realidad desde sí misma, pero no por contraposición a América”.

“Esa América Latina pensada por y desde Martí, siempre ha sido a la vez una y diversa, y en ese vínculo con Cuba y Cuba con América, emerge el ejercicio de construcción intelectual de un hombre que imaginó mucho y bien, pero desde la práctica y de la comprensión de la historia no como un devenir impuesto a la persona, sino como un proceso que la propia persona construye”.

Castro Herrera se pregunta por qué un hombre de tales características hizo esas cosas en ese tiempo y no en otro, y sugiere ver en ese proceso a Martí como cubano y americano en un tiempo específico de Cuba y América, de lo que él estaba muy consciente.

El catedrático panameño estima que Martí hace parte de una generación de jóvenes latinoamericanos que madura en el mismo momento en que las formas cada vez más reaccionarias adoptadas por el estado liberal latinoamericano durante el último cuarto del siglo XIX les niega la posibilidad de pensarse como patria, como país, como sociedad en libertad.

Esa juventud tiene a Martí, agrega, no sólo como un individuo genial en sí mismo sino en situación de pionero entre sus iguales, como vocero desde el Bravo hasta la Patagonia. Por Martí habla la generación que inicia la lucha contra el Estado liberal anárquico que no quieren y desean trascenderlo.

“No era posible ser ese vocero desde otro país que no fuera Cuba, único de Latinoamérica que todavía no tenía un Estado nacional”. No es el caso entrar a explorar eso en detalle en esta conversación, aclara el entrevistado.  

Pero yo diría que a través de Martí se produce un diálogo entre Cuba y América Latina en que el uno y el otro se enseñan, se dicen, se critican, se miran, lo cual permite que en el caso de Cuba la contienda por la independencia se convierta en una lucha que va más allá del Estado nacional independiente como objetivo, plantea.

Hay que ver, añade el profesor, la formación del Estado independiente como medio, no como fin, para crear una sociedad que le ahorre a su pueblo el gran desastre que fue el ciclo de guerras civiles e inestabilidad en la sociedad latinoamericana.

“En esa relación de Martí con América Latina y de ésta con Cuba a través de Martí se logra entender la afinidad y las diferencias entre las guerras de 1868 y 1895. Porque si la primera fue la última guerra de independencia en América Latina, la segunda fue la primera de liberación nacional”.

“La diferencia entre una guerra de independencia y una de liberación nacional es la que hay entre el siglo XIX y el siglo XXI. Cómo Martí fue capaz de sintetizar un proceso tan extraordinariamente complejo y hacerlo en un momento muy particular”.

Leyendo a Martí desde América Latina uno puede ver esa obra estructurada en términos de la geografía moral y política que emerge de ella en torno a un eje central, el cual es el ensayo Nuestra América, publicado en enero de 1891, señala el catedrático.

Uno puede decir que América Latina tiene un antes y un después de ese ensayo. La región era antes y empezó a ser después de ese ensayo lo que es. Uno nunca podrá expresar con la debida claridad la trascendencia de esa síntesis.

“Hemos propuesto en varias ocasiones y aprovecho esta entrevista para reiterarlo, que el día de la publicación de Nuestra América, el 28 de enero de 1891, debería ser el Día de la Identidad Nacional Latinoamericana”.

“No existe otra región del planeta que tenga un documento como ese. Hay otras sociedades con grandes documentos de afirmación, pero hasta donde yo conozco, no hay otro documento de afirmación de una región tan múltiple y diversa que sintetice de esa manera como hace Nuestra América y lo haga además con un acento tan profundamente crítico hacia adentro y hacia el mundo. Nuestra América es un documento de una audacia extraordinaria”.

Nuestra América, reitera el catedrático, hace un llamado de alerta sobre los peligros del expansionismo norteamericano y que a nosotros como panameños nos tocó al tener que constituirnos en pueblo, en nación, en Estado nacional en el marco de esa lucha de un siglo contra el enclave colonial norteamericano.

“Lo asombroso no es eso, pues Martí no fue el único en alertar contra el expansionismo norteamericano, pero sí es único en distinguir con toda claridad entre el expansionismo del Estado, de los monopolios y militarista, y el pueblo de los Estados Unidos. En Martí no hay odio nunca, ni siquiera contra los españoles”.

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