Por Luis Manuel Arce
Para Guillermo Castro Herrera, director
académico de la Fundación Ciudad del Saber, de mayor solvencia intelectual en
el país, la región tiene un antes y un después de Nuestra América, el ensayo
publicado por el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, en enero de 1891.
Entrevistado por Prensa Latina en ocasión del
161 aniversario del natalicio de Martí, que se cumple este 28 de enero de 2013,
el catedrático panameño, quien tuvo la oportunidad de estudiar en la propia
Cuba la vida y obra del Apóstol, reflexiona sobre el desarrollo de su
pensamiento y las formas en las que se expresa su vigencia.
Cuba, señala, fue la última colonia en
independizarse de España, y uno se pregunta por qué una sociedad que había
sostenido un régimen de explotación humana tan atrasado y brutal como la esclavitud, produjo el pensamiento
social más avanzado de América Latina.
“Podría decir que Cuba sintetiza en su
historia la de América de Martí. El misterio cubano de la independencia tardía
es también el de la formación nacional más compleja, más difícil y al mismo
tiempo más acabada y más irreversible del siglo XIX”.
Martí, añade, es un hombre que muere a los 42
años, pero deja una obra en la versión que conocemos recogida en 24 tomos, en
la que no hay una sola página que no sea cubana.
“Esa cubanía no se define desde Cuba
aisladamente, sino desde Cuba en América, porque como lo abordaba CintioVitier,
la establece como una realidad desde sí misma, pero no por contraposición a
América”.
“Esa América Latina pensada por y desde Martí,
siempre ha sido a la vez una y diversa, y en ese vínculo con Cuba y Cuba con
América, emerge el ejercicio de construcción intelectual de un hombre que
imaginó mucho y bien, pero desde la práctica y de la comprensión de la historia
no como un devenir impuesto a la persona, sino como un proceso que la propia
persona construye”.
Castro Herrera se pregunta por qué un hombre
de tales características hizo esas cosas en ese tiempo y no en otro, y sugiere
ver en ese proceso a Martí como cubano y americano en un tiempo específico de
Cuba y América, de lo que él estaba muy consciente.
El catedrático panameño estima que Martí hace
parte de una generación de jóvenes latinoamericanos que madura en el mismo
momento en que las formas cada vez más reaccionarias adoptadas por el estado
liberal latinoamericano durante el último cuarto del siglo XIX les niega la
posibilidad de pensarse como patria, como país, como sociedad en libertad.
Esa juventud tiene a Martí, agrega, no sólo
como un individuo genial en sí mismo sino en situación de pionero entre sus
iguales, como vocero desde el Bravo hasta la Patagonia. Por Martí habla la
generación que inicia la lucha contra el Estado liberal anárquico que no
quieren y desean trascenderlo.
“No era posible ser ese vocero desde otro país
que no fuera Cuba, único de Latinoamérica que todavía no tenía un Estado
nacional”. No es el caso entrar a explorar eso en detalle en esta conversación,
aclara el entrevistado.
Pero yo diría que a través de Martí se produce
un diálogo entre Cuba y América Latina en que el uno y el otro se enseñan, se
dicen, se critican, se miran, lo cual permite que en el caso de Cuba la
contienda por la independencia se convierta en una lucha que va más allá del
Estado nacional independiente como objetivo, plantea.
Hay que ver, añade el profesor, la formación
del Estado independiente como medio, no como fin, para crear una sociedad que
le ahorre a su pueblo el gran desastre que fue el ciclo de guerras civiles e
inestabilidad en la sociedad latinoamericana.
“En esa relación de Martí con América Latina y
de ésta con Cuba a través de Martí se logra entender la afinidad y las
diferencias entre las guerras de 1868 y 1895. Porque si la primera fue la
última guerra de independencia en América Latina, la segunda fue la primera de
liberación nacional”.
“La diferencia entre una guerra de independencia
y una de liberación nacional es la que hay entre el siglo XIX y el siglo XXI.
Cómo Martí fue capaz de sintetizar un proceso tan extraordinariamente complejo
y hacerlo en un momento muy particular”.
Leyendo a Martí desde América Latina uno puede
ver esa obra estructurada en términos de la geografía moral y política que
emerge de ella en torno a un eje central, el cual es el ensayo Nuestra América,
publicado en enero de 1891, señala el catedrático.
Uno puede decir que América Latina tiene un antes
y un después de ese ensayo. La región era antes y empezó a ser después de ese
ensayo lo que es. Uno nunca podrá expresar con la debida claridad la
trascendencia de esa síntesis.
“Hemos propuesto en varias ocasiones y
aprovecho esta entrevista para reiterarlo, que el día de la publicación de
Nuestra América, el 28 de enero de 1891, debería ser el Día de la Identidad
Nacional Latinoamericana”.
“No existe otra región del planeta que tenga
un documento como ese. Hay otras sociedades con grandes documentos de
afirmación, pero hasta donde yo conozco, no hay otro documento de afirmación de
una región tan múltiple y diversa que sintetice de esa manera como hace Nuestra
América y lo haga además con un acento tan profundamente crítico hacia adentro
y hacia el mundo. Nuestra América es un documento de una audacia
extraordinaria”.
Nuestra América, reitera el catedrático, hace
un llamado de alerta sobre los peligros del expansionismo norteamericano y que
a nosotros como panameños nos tocó al tener que constituirnos en pueblo, en
nación, en Estado nacional en el marco de esa lucha de un siglo contra el enclave
colonial norteamericano.
“Lo asombroso no es eso, pues Martí no fue el
único en alertar contra el expansionismo norteamericano, pero sí es único en distinguir
con toda claridad entre el expansionismo del Estado, de los monopolios y
militarista, y el pueblo de los Estados Unidos. En Martí no hay odio nunca, ni
siquiera contra los españoles”.
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