sábado, 4 de enero de 2014

La uniformidad



Por Armando Yero La O

En el restaurante La Sevillana no hay ni una "gota" de madera.
La uniformidad es nociva en muchas actividades humanas, particularmente en la Arquitectura. Cuando ello sucede, es como si todos acatáramos la orden de vivir en edificaciones iguales, renunciando voluntariamente a la diversidad que nos ha hecho únicos desde las cavernas hasta hoy.

Parece que por estos días la madera ha sido prohibida en los proyectos arquitectónicos. Las puertas y ventanas de todos los establecimientos públicos son metálicos y, además, del mismo tipo y color. Cerraduras idénticas, agarraderas similares, cristales ahumados de igual  apariencia, en fin, lo mismo. Al menos así sucede en Bayamo.
Trinidad, la extraordinaria villa que sin dejar de evolucionar parece congelada en el tiempo, es un ejemplo de lo contrario. ¡Qué exquisito trabajo de conservación y respeto hacia la Historia y las tradiciones! También Camagüey y Santiago de Cuba han sabido respetar sus legados arquitectónicos con inteligencia y creatividad. Y no han renunciado tampoco a la modernidad, sólo que introducen los cambios con mesura y buen tino. Pero en Bayamo no.

Por decisiones no siempre felices, comenzaron a predominar en el ambiente citadino las estructuras metálicas, principalmente en el paseo de General García, justo en el corazón urbano de la ciudad, por donde transitan a diario cientos de turistas y visitantes de otras regiones del país.

Después fueron los parques con bancos que parecen escapados de ilustraciones infantiles por su pequeñez, junto a enormes jardineras cuyas gigantescas dimensiones contribuyen a resaltar la fealdad y el desequilibrio urbanístico.

Lo peor es que algunos se maravillan de los cambios ocurridos en Bayamo. Y es cierto, la ciudad ha cambiado mucho, pero una parte de tales transformaciones está anulando lo que queda del patrimonio arquitectónico bayamés.

Si el gusto por lo metálico continúa, Bayamo será una ciudad sin rostro a la vuelta de pocos años. Párese en cualquier tramo de General García y mire hacia ambas aceras. Una cafetería idéntica a la oficina de al lado, la que a su vez es igual a un estudio fotográfico que junto a una óptica parecen trillizas. Y un mercado agropecuario similar a toda una cadena de tiendas de ropa, y así, una lista interminable de establecimientos públicos.

Quien haya tenido la oportunidad de ver fotos antiguas de Bayamo sabrá de qué se está hablando. Y no se trata de retroceder al pasado, sino de respetar más el entorno y usar bien la cabeza, que no está sobre los hombros sólo para llevar el sombrero.

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