sábado, 4 de enero de 2014

El café de la bodega



Por Armando Yero La O

¿Esto es en serio, o es un chiste de la redacción?
Café de la bodega. Esta frase tan familiar para los cubanos como insólita para quienes no tienen el privilegio de vivir en nuestra isla, designa a aquel polvillo de color y grosor variables cuyo sabor, una vez colado,  resulta a veces tan indefinido como sus propios componentes.

Pues bien, ese mismo polvillo que procesado en el hogar adquiere un sabor tolerable y hasta francamente bueno, se torna tan insulso en las cafeterías de la red gastronómica que llamarle café constituye un acto de benevolencia franciscana.

Y claro que nuestras cafeterías han experimentado un cambio notable en cuanto a higiene y agilidad en el servicio. Pero claro, muy claro es también el café que sirven a los parroquianos.

Pero vayamos por pasos. De los sucios y malolientes establecimientos que una vez fueron solo queda el mal recuerdo. Ahora son lugares donde el viandante puede apurar un café rápidamente sin temor a padecer una súbita distensión estomacal.

La cafetería Oriente, en la Plaza de la Revolución, es el mejor ejemplo. De aquellos vasos de color indescifrable, iluminación raquítica y servicio lamentable, se ha transformado en un lugar agradable, limpio y con tacitas bonitas, como debía ser.

Otra cafetería, como El Baraguá, en el parquecito de Zenea, donde en tiempos idos se colaba el mejor café de Bayamo, también es un ejemplo convincente, y así, podríamos enumerar otras unidades.

Sin embargo, todas mantienen algo en común: el café propiamente dicho. Sigue teniendo un sabor que ningún paladar, por entrenado que esté logra definirlo exactamente.

Es cierto que esa aguita no tan oscurita está emparentada con aquel grano oloroso que sale de nuestras montañas. Pero también es cierto que una vez servido el parentesco casi desaparece.

De lo que se trata es de no apretar tanto la mano en el misterioso proceso de la mezcla y darle al café la oportunidad de protagonizar, por lo menos un poco más dignamente, el honroso papel que por tantos años desempeñó en el amplio abanico de nuestros productos más preciados.

¿Será posible que podamos tomar un café por lo menos un poco mejorcito?

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