Por Armando Yero La O
El 12 de enero de 1869 el cielo de Bayamo se pintó de rojo, mientras el humo y las lágrimas cegaban la vista de quienes, en un acto de verdadera entrega y patriotismo, habían optado por sacrificar sus hogares antes de permitir que la ciudad nuevamente cayese en manos españolas: Bayamo era devorado por las llamas.
La ciudad había sido tomada desde el 20 de octubre de 1868
por fuerzas al mando de Carlos Manuel de Céspedes. La guarnición peninsular del
lugar estaba compuesta en esos momentos por 115 hombres de infantería y 26 de
caballería, a los cuales se sumaban las tropas auxiliares integradas en su
mayoría por milicias de color.
Los defensores hispanos poco a poco fueron cediendo espacio,
hasta quedar reducidos a los cuarteles de infantería y caballería, y tras dos
días de pertinaz asedio decidieron rendirse a las tropas cubanas el 20 de
octubre.
La toma de una ciudad de la importancia de Bayamo le dio
gran prestigio al movimiento emancipador cubano recién iniciado, a la vez que
le permitió tener su centro político, administrativo y militar.
Pero como era de esperar las autoridades españolas no se
sentarían a contemplar impávidas el desarrollo de la lucha armada que habían
iniciado los cubanos, y mucho menos dejarían pasar inadvertida la toma de
Bayamo.
Como medida inmediata Francisco Lersundi, capitán general,
designó al general Blas Villate, Conde Valmaseda, como Jefe de Operaciones en
Cuba, con la misión de avanzar sobre aquella región en unión de un nutrido
número de fuerzas. Su propósito principal: desalojar a las fuerzas cubanas de
aquel lugar.
El nueve de enero sus avanzadas llegaron a Cauto el Paso y
aunque fueron detenidas momentáneamente por los mambises, continuaron avanzando
amparados en la superioridad numérica y la experiencia militar.
Ante la evidente imposibilidad de mantener a Bayamo debido
al potencial enemigo, los habitantes de la Villa, en una asamblea pública,
tomaron la heroica decisión de quemar la ciudad antes de que volviera a caer en
manos del Ejército Español.
Así, cuando Valmaseda entró a suelo bayamés tuvo que avanzar
entre las llamas, aún no apagadas del todo, que redujeron a cenizas a una de
las localidades más antiguas y mejor construidas de Cuba.
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