sábado, 18 de enero de 2014

El terrorismo contra Cuba tiene una historia



Por Armando Yero La O

 

Desde el intento de invasión de Playa Girón en 1962, las acciones terroristas de Estados Unidos contra Cuba se cuentan por centenares y nada hace suponer que tales prácticas sean desestimadas como una de las vías más productivas para destruir a la Revolución.

Uno de los actos más salvajes lo constituye la voladura de un avión de Cubana de Aviación en pleno vuelo en 1976, en Barbados, en el que murieron 73 personas y la ola de atentados terroristas a las instalaciones turísticas que tuvo lugar en la década del los '90, organizados y financiados por la Fundación Nacional Cubano Americana  y que provocó la muerte de un turista italiano.

La política terrorista norteamericana ha costado a Cuba la vida de 3.478 de sus ciudadanos y ha dejado incapacitados o afectados a 2.099.

El gobierno de Estados Unidos ha tolerado, e incluso atentado físicamente en cientos de ocasiones contra el presidente Fidel Castro y otros dirigentes de la Revolución.

Es el responsable del sabotaje al buque francés Le Coubre; del incendio y destrucción de la tienda El Encanto; el que organizó y apoyó con sus fuerzas armadas la fracasada invasión de Playa Girón; el responsable de numerosos ataques piratas aéreos y navales contra poblaciones cubanas indefensas e instalaciones civiles; el que ha apoyado la quema de cañaverales, el ametrallamiento sobre territorio cubano, el ataque contra humildes pescadores cubanos y el asesinato de combatientes de la Policía Nacional Revolucionaria y Tropas Guardafronteras.

El gobierno de Estados Unidos tiene responsabilidad en los actos terroristas cometidos con bombas y explosivos contra las misiones diplomáticas de Cuba en Portugal, ante la ONU y en otros países, causando la muerte y heridas graves a funcionarios diplomáticos cubanos. Es responsable de la desaparición física de diplomáticos cubanos en Argentina, y del asesinato de otro diplomático en la propia ciudad de Nueva York.

El 26 de abril de 2002 se desarticulaba un plan para atentar contra el mítico cabaret Tropicana mediante un atentado con explosivos que ponía en peligro la vida de más de mil personas, según revela el agente cubano infiltrado en el comando, Percy Francisco Alvarado.

La actitud de Estados Unidos respecto al terrorismo es todo lo contraria a la cubana. Cuba aprobó el 20 de diciembre de 2001 una ley contra actos de terrorismo que establece duras penas para quienes utilizaran territorio cubano, incluso, para organizar actos o financiarlos contra otros países, como Estados Unidos. En cambio, en suelo de éste siguen entrenándose grupos paramilitares para actuar contra Cuba.

Otra de las pruebas del cinismo norteamericano es la detención de cinco cubanos que cumplen largas condenas en prisión, incluyendo dos cadenas perpetuas, cuando intentaban detener a grupos terroristas de ultraderecha exiliados en Miami que iban a perpetrar actos violentos contra Cuba. Conocedores de esas intenciones, los cinco cubanos informaron a las autoridades norteamericanas y como respuesta fueron encarcelados acusados de espionaje.

Y mientras todo esto sucede, los medios de comunicación continúan con sus campañas de acusación y acoso a Cuba. Al mismo tiempo que se difunden ampliamente los manifiestos que condenan a la isla, se silencian los que muestran su apoyo como el suscrito por más de tres mil intelectuales, artistas y profesionales de 69 países, entre ellos cuatro premios Nobel, bajo el título “A la conciencia del mundo”.

Se condenan sentencias judiciales cubanas a secuestradores y se silencian masacres de otros gobiernos para “resolver” secuestros similares, como el del teatro de Moscú con un centenar de muertos entre rehenes y terroristas chechenos o el asesinato a sangre fría por orden de Fujimori de los secuestradores de la embajada japonesa en Lima.

Por su parte, la Unión Europea, ha demostrado más que nunca su hipocresía y doble rasero con la isla. Quienes nada han dicho sobre la violación del derecho internacional en la invasión de Irak, quienes jamás condenaron la pena de muerte contra menores de edad, enfermos mentales y extranjeros a los que no se les permite la atención consular a la que tienen derecho hasta alcanzar las 71 ejecuciones en Estados Unidos el pasado año, ahora claman contra Cuba.

La Unión Europea hace “un llamamiento a las autoridades cubanas para que eviten el sufrimiento inútil de los prisioneros y no los sometan a tratos inhumanos”, mientras mira para otro lado ante los más de seiscientos presos en el campo de concentración de Guantánamo, algunos con nacionalidad europea, torturados, sin derecho a asistencia jurídica y sin visitas de familiares.

Una Unión Europea que silencia los miles de presos en cárceles de Estados Unidos tras los atentados del 11 de Septiembre por el delito de ser musulmanes, sin garantías jurídicas, sin juicios y sin ni siquiera haber publicado sus nombres.

Medidas de castigo diplomáticas, suspensión de acuerdos de comercio y de cooperación, cancelación de visitas gubernamentales bilaterales, reducción de la participación de los Estados europeos en acontecimientos culturales, invitación a los disidentes cubanos a las embajadas en La Habana, suspensión de programas de cooperación y solidaridad con Cuba.

Esas son las respuestas de la Unión Europea contra un país que sólo exige el respeto a la Carta de las Naciones Unidas, que reconoce el derecho de Cuba a escoger su propio sistema político, reconoce el respeto al principio de igualdad entre los Estados y el derecho a la libre determinación de los pueblos.

El divorcio entre la opinión pública y los gobiernos seguidistas de Estados Unidos nunca ha quedado tan en evidencia como en el caso de Cuba. Mientras la gran mayoría de los presidentes aplican sobre la isla las políticas que les son dictadas por Bush, las manifestaciones de apoyo y solidaridad se suceden espontáneamente donde quiera que vayan los gobernantes cubanos.

Todos esos gobiernos, y en especial el norteamericano, deben saber que sus actos de agresión y acoso a Cuba no son compartidos por sus pueblos. Unos pueblos que deben denunciar y enfrentar una campaña internacional que busca sentar las bases que justifiquen una intervención militar que, en nombre de la democracia y de los derechos humanos, sólo puede traer muerte y saqueo.

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