Por Armando Yero La O
Cuba no puede dar nada a Estados Unidos porque nada le ha
quitado y no puede dejar de amenazarlo porque nunca lo hizo. En cuanto a las
relaciones del gobierno cubano con el pueblo de Cuba, obviamente no son de competencia norteamericana, tampoco a la
inversa.
El deslinde no significa impedir que cualquier
norteamericano opine sobre la realidad o el sistema político vigente en la Isla
y viceversa. Obama cree que los cubanos no son enteramente libres, mientras al
presidente Raúl Castro le parece que la democracia americana es una ficción
montada sobre la falacia de un partido único con dos rostros.
Lo que ninguno puede hacer es entrometerse en los asuntos
internos del otro ni tratar de cambiar el orden social o derrocar al gobierno,
mucho menos hacerlo mediante la fuerza, la intimidación, la conspiración y la
violencia, tampoco valiéndose del cerco, el bloqueo ni el embargo económico.
El regateo que erróneamente los asesores recomiendan a Obama
daría lugar a una extemporánea diplomacia versallesca basada en gestos que
extravía la relación por atajos con el riesgo de que la retórica usurpe el
lugar del trabajo serio y el diálogo constructivo.
Lo mejor que pudiera ocurrir es que, con la normalización
como horizonte, con buena fe y espíritu de avenencia, cada gobierno avance por
su lado y a su arbitrio, adoptando las medidas que considere pertinentes, sin
andar a la caza de respuestas puntuales. Si uno no ataca al otro, no lo
presiona no lo ofende ni intenta aconsejarlo; marchando paralelamente, llegarán
más frescos a la zona de la realidad donde convergen los intereses comunes que
permiten formar una agenda negociadora.
Comparto el punto de vista de Obama de que no vale la pena
“Hablar por hablar”. Curiosamente es conocido que Raúl Castro opina lo mismo y
ya que ambos prefieren los hechos. Por ahora sobran las palabras.
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