Texto y fotos: David Rodríguez SOCIEDAD / Personajes
Memo se apresta a comenzar su faena diaria |
Su figura siempre llamó mi atención. Muy alto, delgado, con
un firme caminar por las calles de su Bayamo que conoce al dedillo, me dispuse
a conversar una mañana con él.
Nació el 14 de abril de 1926 en la ciudad Monumento
Nacional, de donde dice que jamás saldrá y mucho menos a la altura de sus años
vividos y compartidos con sus familiares y amigos.
Sorprendí a Feliciano Telmo Mojena Guerrero en su sitio de
labor, la que ha ejercido por ¡60 años!, quizás sea el lustrador de zapatos de
Cuba con más tiempo entre betunes y cepillos.
De hablar pausado dice que heredó de un hermano suyo el
ejercicio de este trabajo y que el primer sillón que utilizó pertenecía a una
señora llamada Antonia que vendía empanadillas en la calle Pío Rosado.
Comenzó a trabajar en una parte de esa calle que la
población conocía como Los Portales y aunque se mudó de ese sitio, continuó
trabajando en ese lugar.
Vicisitudes pasó como todos los cubanos pobres de la época,
pero nunca dejó de trabajar en la limpieza de zapatos, que en aquella época
solo costaba tres centavos.
Memo, como popularmente se le conoce, recuerda al Bayamo de
entonces y sus ojos le brillan como regodeándose en esa nostalgia que propicia
poner en la mente imágenes pasadas.
Dice amar profundamente a la ciudad y que esta forma parte
de su vida porque aquí nació, se desarrolló y vive envuelto en la felicidad de
la familia.
De la ciudad le gustan muchas cosas, la limpieza que siempre
la ha distinguido, la belleza de sus mujeres y el aprecio que se le tiene en el
salón de limpiar zapatos en el Paseo de García.
Por el sillón de Memo pasan decenas de bayameses todos los días. |
Siente especial atracción por el río que da nombre a la
ciudad, al que desde adolescente acudía aun sin el consentimiento de sus padres
para disfrutar de sus frescas aguas.
Habla con alegría de las fiestas populares, el carnaval, las
fiestas de reyes, de los bailes y de su afición a hacer cometas junto a sus
amigos, no olvidando a su maestra Charo a la que agradece sus enseñanzas.
Aunque su salud no está bien del todo, Memo no deja de
ocupar el primer sillón de la derecha del salón de limpiabotas, como se le
denomina en Bayamo a ese lugar.
Ya sus fuerzas no responden como antes, pero la voluntad de
ser útil a la sociedad mantiene vivo su interés para continuar en ese trabajo,
generalmente poco reconocido.
Se refiere al aniversario 500 de la ciudad de Bayamo y
entonces se aprecia el orgullo que siente por la posibilidad de haber nacido en
ella, donde tantos patriotas lucharon por la independencia de Cuba.
Hace una pausa y agrega que le agradaban los pinos que
estaban sembrados en el borde de la Plaza de la Revolución, y los jardines
siempre poblados de flores de la misma.
Añade que cuando hace el recorrido de su casa al trabajo
disfruta mucho el saludo de los vecinos, el respeto que le prodigan y la
alegría que experimenta al saberse querido en su pueblo natal.
Tengo la impresión de haber conversado con un Quijote que
dia a día se lanza contra los molinos de viento para sembrarlos de belleza con
la entereza de sus manos.
Feliciano Telmo Mojena Guerrero, (Memo), es uno de esos
bayameses que no podría respirar en otro ambiente que no sea el suyo, de esos
que llevan la cubanía muy adentro pero saliéndosele del pecho.
Son sesenta años lustrando zapatos con sus manos, callosas,
delgadas, con movimientos rápidos, labor que piensa seguir realizando mientras
tenga fuerzas para seguir.
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