David Rodríguez
CULTURA / Personalidades
El 19 de marzo de 1993 exhaló su último suspiro una persona que amó tanto a
Bayamo, que se consagró definitivamente a su historia, ganándose para siempre
el cariño de la población.
Aunque no nació en la Ciudad Monumento, se asentó aquí
echando las raíces que luego sostendrían ese árbol que fue su vida entre
nosotros, cultivando amigos y defendiendo, a capa y espada, la historia local.
Un ser humano como Enrique Orlando Lacalle y Zouquet no
puede soslayarse en una ciudad como la nuestra que avanza hacia la fecha del
aniversario 500 de su fundación en noviembre venidero.
Enrique se paseó por la cultura bayamesa de un modo muy
especial pues hizo muchos esfuerzos para afianzarla desde la radio, el teatro y
la crónica social de entonces.
Poseedor de un don extraordinario para la conversación, todo
giraba en torno a los grandes próceres de la ciudad, a los que veneraba y hacia
venerar por cuanta persona que acudía a él en busca de información.
Podría decirse que Enrique poseía sangre bayamesa por
adopción siendo un vehemente investigador de todo aquello que constituyera
historia para la ciudad, a la que tenía como el gran tesoro de su existencia.
Fue tal su devoción y entrega para la Cuna del Padre de la
Patria, que viajó hasta España para hurgar en el Archivo de Indias, detalles de
todo lo conservado allí sobre la ciudad.
Enrique Orlando Lacalle y Zouquet fue un devoto de las
inmensas figuras de Céspedes, Aguilera, Figueredo y otros patriotas locales,
que cuando hablaba de ellos el verbo y el corazón se le encendían.
Amigo de los amigos, Enrique también tuvo sus detractores,
esos que el tiempo ha ubicado en el lugar que les corresponde, mientras su
figura se agiganta con el paso de los años.
Tomarse una taza de café, muy cerca de la mata de mangos de
su casa, lo incitaba, de sorbo en sorbo, a hablar de su obsesión bayamesa, con
expresiones digna de resaltar para mantener viva su elocuencia.
Han pasado dos décadas de su fallecimiento y lo recordamos
caminando por la ciudad, con pasos quejosos, pero siempre saludando a cuantos
se cruzaban en su camino y le prodigaban gestos de afecto y de respeto.
La ciudad jamás podrá olvidar a quien tanto la amó, por eso
Bayamo tendrá siempre presente la presencia de Enrique Orlando Lacalle y
Zouquet quien no dudó ni un instante en
abrazarla, quererla.
Al final de su vida tuvo un gesto altruista que se debe
resaltar en toda su dimensión, pues entregó a la Casa de la Nacionalidad Cubana
toda su biblioteca y las investigaciones que había realizado.
Constituye un deber insoslayable tenerlo presente en estos
días que preceden al aniversario 500 de Bayamo porque Enrique Orlando Lacalle y
Zouquet está entre nosotros diciéndonos que amenos más a la ciudad.
Gracias David por dar a conocer al mundo a quien debiera estar en las páginas de nuestra historia local y cubana, merece mucho más este gran hombre que partió sin recibir los honores que ganó. Tuve la dicha de conocerlo y beber de su savia. Atte. Danny Agil.
ResponderBorrarNunca hemos olvidado a nuestro buen amigo Enrique Orlando La Calle.
ResponderBorrarSiempre rindió culto a la historia de Bayamo y amó a nuestro pueblo a toda su cultura y a nuestros próceres.
Enrique fue en excelente ciudadano y un gran patriota.
Rendimos culto y veneración a su memoria.