martes, 26 de marzo de 2013

Cubanía, más allá de la música



Clara Maylín Castillo   CULTURA / Música

Tremenda descarga la de estos jóvenes
músicos cuabanos en Bayamo
Mientras el saxofón recibía un tributo este lunes en la sede bayamesa de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, la música cubana resonaba a las 11:00 p.m. en las paredes de la Casa del Joven Creador, generando una atmósfera de catarsis, de ilusiones, de bohemia.

Los diletantes, músicos, poetas y actores que estuvimos allí sentimos en la piel la buena onda de “Yerbabuena”, una energía electrizante que manaba de la propia música y que canalizaba muy bien, diríase excepcionalmente, el carisma de la voz líder y director del grupo Alejandro González.

Solo seis artistas estaban sobre el escenario. Seis artistas manejaban a su antojo, cual voluntad de dioses paganos, los encantos del son, la guaracha, el chachachá, el bolero, el pop-rock y la fusión, pausando por unos minutos la apoteosis de los ritmos nacionales, para cruzar fronteras y océanos en busca de la rumba flamenca y el recuerdo de Joan Manuel Serrat.

En poco más de una hora el grupo capitalino saboreó su primera vez en Granma, estableció una química singular con nuestro público y se dejó medir por un destinatario que, aun cuando conocía su nombre, aguardaba sin sugestión a que sus integrantes demostraran su valía.

El resultado fue unánime: un coro de voces y aplausos, una aceptación notoria ante los 11 números propuestos y ante el virtuosismo de cada ejecutante.

La tierra de Pablo Milanés se honró con un estreno del grupo, “Serenata”, una canción más dedicada al amor, pero distinguida por la progresión del bolero al chachachá y la forma espontánea, cubanísima, de abordar el tema.

Otra pieza me hizo evocar el filme “La vida es bella”, el conflicto de Guido al pretender mostrar la situación fascista a los ojos de la inocencia, solo que en “A mi hija Sofía” la estrategia no tenía nada de lúdico, de ilusorio, sino la fascinación de un tierno realismo.

En este tema Alejandro González apuntó hacia el entorno económico, político y social, con las insoslayables inflación y pérdida de valores humanos, del mismo modo que en canciones como “Gallego” y “Mulata de Mayarí” puso el lente sobre las relaciones interculturales en la nación, la fuerza de nuestra modalidad idiomática y la belleza de la simbiosis de razas, elementos representativos de nuestra identidad.

Para remachar el culto a lo autóctono, “Yerbabuena” seleccionó entre lo mejor del repertorio isleño y ofreció no podría decirse dos temas, sino dos himnos nacionales, “Te doy una canción” y “Pequeña serenata diurna”, nada más y nada menos que del reconocido ídolo Silvio Rodríguez.

Para el colofón del concierto el grupo reservó el número que le da nombre y titula además su único disco. Fue ese momento la prueba indefectible de su miscelánea rítmica, de su desenfado propio del nativo, de la fibra poética que palpita en cada letra sometida a la noble función de soñar.

Quienes vivimos la experiencia nos convencimos de recibir las emanaciones artísticas de un grupo talentoso; tal vez a alguien le quede alguna duda por una pre-concepción estética. Lo cierto es que nadie puede negar una verdad irrefutable. Allí anoche hubo cubanía.

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