El béisbol, y el deporte en general, han sufrido por la
politización de todos los contactos entre Cuba y EEUU
Arturo López-Levy
Adrián Nieto, Alexei Ramírez, Yoenis Céspedes, Dayán Viciedo y José Abreu, reunidos por el lente del fotógrafo de los Atléticos de Oakland. |
En los años ochenta, los seguidores del equipo Villa Clara
sufrimos una racha en la que junto a estelares como Rolando Arrojo, José
Riveira, y José R. Riscart teníamos días sin un mínimo picheo. Cuenta una
historia como después de una tanda adversa de batazos, el director Eduardo
Martin le pidió la pelota a un lanzador frustrado, quien insistió en seguir en
el juego: "Yo no estoy cansado”. A lo que el laureado director de varios
equipos centrales contestó, "No, tú no, el que está cansado es Víctor”. Se
refería a Víctor Mesa, jardinero central que había tenido que correr tras los
batazos del equipo rival.
La anécdota viene a cuento de las dificultades por las que
atraviesa el béisbol cubano para insertarse en las Grandes Ligas. Los políticos
que en Cuba y EEUU han hecho de la hostilidad un modus vivendi no están
cansados. Somos los admiradores del béisbol cubano y de las Grandes Ligas los
cansados con sus políticas anacrónicas. Aunque el presidente Barack Obama ha
sobrepasado muchas expectativas positivas con los recién anunciados cambios,
una ausencia notable de las medidas propuestas es la autorización para que
peloteros cubanos residentes en la Isla jueguen y puedan cobrar sus salarios en
las Grandes Ligas.
El momento ha llegado para que Cuba y EEUU normalicen los
contactos beisboleros entre los dos países. Un problema que crece es el
reclutamiento ilegal de talentos en la Isla, alentando su emigración
desorganizada e irregular, para así obtener comisiones a partir de los
contratos multimillonarios de las Grandes Ligas. En ese accionar inescrupuloso,
varios jugadores y sus familiares han sido presa fácil para delincuentes,
incluso vinculados a carteles de la droga mexicanos y sectores del crimen
organizado en Miami. Las autoridades tienen constancia de varios delitos graves
como tráfico de personas, extorsión y falsificación de documentos.
Es antidemocrático que un deportista cubano, para jugar en
el mejor béisbol del mundo tenga que renunciar a la residencia en su país. ¿A
quién sino al pueblo cubano y a ese jugador en concreto castiga EEUU al impedir
que el mismo sea contratado? ¿Qué sentido tiene impedir que un jugador de
béisbol envié su dinero bien ganado a Cuba, para invertirlo con su familia o en
su localidad, cuando ya las remesas enviadas por cubanoamericanos han sido
liberadas por el presidente Obama y el gobierno cubano está permitiendo un
creciente sector no estatal? ¿Por qué no existen reglas claras en Cuba, según
estándares internacionales, por las que cualquier pelotero sirva a la liga de
desarrollo en la que participa y según su parecer suba a jugar en las ligas
mayores?
El mero concepto de "desertor” aplicado fuera de lo
militar no tiene sentido. El béisbol, y el deporte en general, han sufrido por
la politización de todos los contactos entre Cuba y EEUU. Es lógico que el
gobierno cubano tenga una política para promover la serie nacional cubana y
hacer sostenible el sistema de escuelas y áreas deportivas desarrollado tras la
revolución de 1959. El deporte de espectáculo tiene un importante efecto
social, alentando el ejercicio físico y proponiendo valores como la constancia,
el espíritu de equipo, la camaradería, el respeto por el juego leal y legal. No
es casual que tanto en Cuba como EEUU políticos responsables han tratado el
pasatiempo nacional como un tema muy serio como para dejarlo solo en las manos
de jugadores, managers o empresarios.
El legado más difícil de los conflictos civiles asociados a
las revoluciones y contrarrevoluciones es la destrucción de muchos lazos de
confianza, amistades, relaciones profesionales y hasta familiares, que
constituyen un capital social del país. Una autentica promoción de la
democracia conlleva aceptar espacios no partidistas. En ellos, lo político se
compartimenta de modo tal que se resaltan los valores e intereses generales
sobre el espíritu parroquial. Las ideologizaciones comunista y anticomunista
son dos caras de una misma moneda: el desborde totalitario de la ideología y la
política a todos los ámbitos. Lo contrario del deporte comunista no es el
deporte anticomunista, es el deporte a secas.
El pueblo cubano adora el béisbol, que es un juego creado en
EEUU. La fanaticada cubana admira a sus peloteros, jueguen donde jueguen. El
propio Antonio Muñoz, paradigma del deporte revolucionario (Lo reiteró en
Miami, rodeado de respeto) expresó sentirse orgulloso de José Daniel Abreu,
"Pito”. Muñoz explicó cómo conoció a aquel muchacho en Cienfuegos cuando
con muy pocos recursos organizaba los campeonatos de la liga infantil y
juvenil. Abreu no es solo el resultado de su propio talento. Gracias a
instructores y jugadores comprometidos como Antonio Muñoz, Abreu llenó de
gloria a los cubanos al ser seleccionado el novato de la liga Americana.
Les corresponde a esos jóvenes abrir el camino de los
peloteros cubanos al futuro, no politizando más el deporte sino deshaciendo los
entuertos que heredaron. Un ejemplo fue el pitcher José Ariel Contreras. El
gigante pinareño regresó a Cuba con el mayor espíritu reconciliador. Sin rumiar
agravios, Contreras incluso explicó como había aclarado en su contrato con los
Yankees que "Contra Cuba no jugaba”, dando una muestra de que la realización
personal no está reñida con el patriotismo. Los grandes deportistas no son solo
dinero, son también carácter. Está el caso de Preston Gómez, cubano y primer
manager latino en Grandes Ligas, que de conjunto con gestionar la liberación de
su hermano en Cuba, encarcelado por su oposición armada al castrismo, reclamó
con ahínco por normalizar las relaciones entre Cuba y EEUU y la participación
de los peloteros cubanos en las ligas estadounidenses.
El gobierno cubano debe también hacer lo suyo por el bien
del béisbol cubano. Ningún principio patriótico-nacionalista, impide que Cuba
convoque a estrellas residentes en el exterior, que se comporten con la
dignidad que lo hizo José Ariel Contreras para la selección nacional. Segundo,
veteranos que viven en el exterior como Antonio Pacheco, Agustín Marquetti o
Rolando Arrojo deberían ser incluidos en las celebraciones y aniversarios de
los triunfos locales. Los juegos de veteranos en Miami demuestra el disgusto
causado a los sectores pro-aislamiento al ver peloteros que ellos usaron para
sus manipulaciones abrazados con sus coequiperos y mentores. Crear esa
frustración en el adversario es importante porque debilita su esperanza de
vencer y se desmoviliza.
La reciente presencia de un scout japonés en el estado
Augusto Cesar Sandino de Santa Clara y la entrevista a la familia de Frederich
Cepeda al regresar de Tokio son imágenes que hablan más que mil discursos.
Muestran una vía ordenada, noble y predecible para que aquellos jugadores que
deseen jugar en EEUU u otra liga puedan hacerlo, sin traumas ni delincuentes
como intermediarios. Una cosa es exigir a personas desarrolladas por el sistema
cubano de talento deportivo que jueguen un mínimo de años en la serie nacional
y otra es demandar lealtad a los ejecutivos del INDER.
Seria encomiable que los jugadores cubanos en Grandes Ligas
que tienen una plataforma pública se declararan a favor de que se levanten las
restricciones que limitan a sus colegas en la Isla para jugar en todas las
competencias de las ligas estadounidenses (No solo las mayores, sino también la
triple A, la serie del Caribe, la Liga Mexicana, etc.). Eliminar todas las
restricciones implica desmontar las estructuras de hostilidad en ambos lados
del Estrecho. Además de un buen legado cívico a la superación de hostilidades
innecesarias entre Cuba y EEUU tal gesto contribuirá al futuro del béisbol
cubano y el debate interno en la Isla al respecto.
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