Por Yirmara Torres Hernández
Juro por mis padres, por mis hijos, por mis amores pasados y presentes, por la gente de mi barrio y hasta por mi vida, que quiero ser mejor periodista.
Quiero decir más y mejor, escribir sobre temas interesantes,
retratar mi sociedad con sus matices, criticar para construir; quiero más
libertad, más confianza, más amor en el periodismo.
No quiero desencantarme, ni que la desidia se apodere de mí;
no quiero viciarme o dejarme llevar por la inercia de la mediocridad. Quiero
hacer un mejor periodismo, pero no me dejan.
No me deja ese mecanismo de autorregulación que tenemos
instalados los periodistas en nuestra mente, después de muchos trastazos, de
muchos trabajos sin publicar por motivos inexplicables o de llamaditas
regañonas.
No me deja el tutelaje excesivo de los organismos u
organizaciones controladoras, que imponen una agenda rígida, colmada de
coberturas a actos, reuniones o asambleas.
No me dejan las fuentes que se cierran a su antojo, que se
pierden, que justifican, que no responden; las fuentes que son barreras
infranqueables, que se creen dueñas de la información e ignoran su compromiso
con la gente.
No me dejan las condiciones materiales: el transporte, las
computadoras, la cámara, la grabadora, las pilas y la conexión; o mejor dicho,
su carencia o ausencia.
No me deja el salario, que es poco e injusto y que iguala al
talento y la mediocridad, al vago y al trabajador, a la creatividad y a la
monotonía.
No me dejan los otros problemas, los de la casa, los de los
niños, los de la escuela, los de la comida, los de la leche, el yogurt, los
huevos, la carne, el jabón o el detergente; en fin, las preocupaciones diarias
de todos los cubanos trabajadores.
Por suerte, me dejan la profesionalidad, el deseo de
superarme y la voluntad de sobreponerme a todo: a la censura, al tutelaje, a
las fuentes o a la carencia de recursos. Me deja la certeza de que lo principal
sigue intacto y de que el pueblo sigue creyendo en nosotros.
Y sigo siendo periodista a pesar de todo, porque esta no es
solo una profesión, sino una condición del alma, un modo de existir, una
actitud, una altitud y una aptitud ante la vida.
Nota: Esto lo escribí para un Concurso en Vivo, celebrado en
la sede de la Unión de Periodistas de Cuba, en Matanzas, el 13 de marzo
último... Me sirvió para ganarme una botella de ron... que era uno de los
premios...
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