Por Clara Maylín Castillo Góngora
Difícilmente algún cubano con acceso a los medios de comunicación no ha escuchado el tema La choza de Chacho y Chicha. Y de seguro todo aquel que le ha prestado atención ha sentido la conexión que genera el arte verdadero, en especial por estimular la pieza una de las fibras más notorias del isleño: la jocosidad.
Con mucho tino invitó Cándido Fabré a Tony Ávila a celebrar
sus 35 años de vida artística en Bayamo, durante la XIX Fiesta de la Cubanía
recién concluida. No hablo del acierto por tratarse de un cantautor negro que
toca la guaracha humorística, pues, a mi parecer, la cubanía supera el cliché
del son, la herencia africana y demás prácticas culturales ya establecidas.
Cuando indico que Tony Ávila es un músico auténticamente
cubano, lo hago pensando en una personalidad permeada de la realidad nacional y
en un artista en quien se cumple a la perfección la teoría hemingwayana del
iceberg, con una creación subyacente que defiende a idea limpia el patrimonio y
el futuro de sus coterráneos.
En contra de la corriente migratoria, la familia de este
músico se trasladó de La Habana a Cárdenas cuando él tenía dos años. Ahora el
hombre vuelve a su tierra natal para difundir canciones, aunque mantiene casa y
familia en suelo matancero, fiel al pueblo donde surgió su vocación por el
arte.
En mi vida estudiantil me acompañó la música en festivales,
en descargas. Yo siempre estuve preguntándole a la gente cómo se pone tal
acorde, como se graba este género. Nunca tuve un maestro; amigos que me
ayudaron sí fueron muchos.
-¿No hubo una formación académica que le guiara en la
guitarra y el canto?
Aprendí percusión de forma autodidacta. Con la guitarra
sucedió lo mismo. Y en cuanto al canto, yo nunca fui un cantante, ni me
considero un cantante. Yo soy un defensor de mi obra desde la voz mía, como
puedo y hasta dónde puedo. La música era algo que hacía por puro placer. Fui
maestro de Historia y Marxismo. Me gradué en el 93, en pleno periodo especial
en Cuba, una etapa muy difícil donde había dinero y no había nada prácticamente.
Era muy difícil mantenerse en un aula teniendo tantos problemas que resolver en
la casa. Entonces dejé el magisterio. A partir de ahí fui muchas cosas: fui
custodio, fui vendedor ambulante de ajo y cebolla, de dulces, trabajé en una
fábrica de pinturas industriales, trabajé en otra poniéndole fibras de vidrio a
los barcos.
-¿En ese tiempo qué lugar ocupaba la música en su vida?
La música no estaba en mis planes. Yo estaba dedicado a
sostener mi casa. Un día apareció Violetsis Ballester, una amiga del
preuniversitario, y me propuso hacer algo. Hicimos un trío que fracasó al cabo
de un año. Después en el 98 unos amigos fundamos un cuarteto que se llamó “Agua
tibia”. Con él hicimos un intento de trabajar en Varadero y se jodió. Ya en ese
año me hice profesional. Entonces empecé a trabajar en hoteles de Varadero con
músicos profesionales tocando percusión. Hacíamos fusión y a veces yo defendía
mis canciones. Allí estuve nueve años, hasta que un día decidí irme, porque no
quería pasar toda una vida tocando en un hotel para turistas.
-¿Para dónde se fue?
Me fui para la calle a intentar hacer realidad el sueño de
que mis canciones se escucharan. Busqué un trabajo que me sirviera de puente
mientras encontraba un camino para mi obra, para que no se me cayera la
estabilidad económica que ya tenía. Ese trabajo debía darme tiempo para hacer
mis conciertos y presentarme en otros lugares. Tocaba en un sitio de Cárdenas
dos veces por semana. Hacía mis cosas solo, con mi guitarra, porque ya tenía un
público.
-Usted trabajaba entonces como trovador puro.
Yo soy trovador, y lo seré hasta la muerte.
-A veces el concepto que se tiene de uno mismo no coincide
con el que sostienen los demás. Usted se considera esencialmente un trovador,
pero el público no lo identifica justamente como a un Raúl Torres o a un Carlos
Varela, sino con la guaracha humorística.
Con eso hay un criterio que… Mira, yo tengo tres caminos que
lo explican todo. En mí están presentes el son y la guaracha, no solamente la
guaracha humorística que conoce más la gente, sino la guaracha que toca temas
sociales como el racial, el migratorio, el de las carencias, la pérdida de
valores en Cuba, canciones que pueden estar endurecidas o no. Algunas no han
querido ponerlas en los medios. Ya a fuerza las han puesto. Científicamente
negro, por ejemplo. Ahora se escucha porque ya la gente me conoce, pero en los
años 90 fue censurada. Yo hice programas de radio y televisión con ella,
grababa los programas y después no la ponían. Cuando escuchaba el programa al
aire notaba que habían eliminado la canción.
-El artista puede crear a partir de experiencias ajenas o de
las propias. En este caso, usted es negro. Yo imagino desde qué posición
escribió el tema. De todas formas, quisiera que me dijera qué lo motivó.
La realidad. A mí me motiva lo mismo el bien que el mal, lo
feo que lo bello. Yo creo que la vida es todo eso, y si le mutilas a la vida un
pedazo es como que no estás reflejando la vida como es. Yo he tenido vivencias
racistas en mi país, lamentablemente. Nunca he reaccionado desde el
remordimiento porque soy un hombre medianamente civilizado y entiendo que son
rezagos que no tienen que ver del todo con la oficialidad. Cuba erradicó el
racismo por ley y predicó que todos somos iguales. Eso está bien. Pero en la
práctica sabemos que todavía hay un camino por recorrer.
-¿Cómo se halla la puerta abierta para esa clase de canción?
Yo creo que eso
sucede cuando empiezan a creer en ti, cuando te conocen y ven tu punto de
vista. A mí no me gusta congraciarme con las autoridades, con ningún jefe. Ahí
está mi obra y puede gustar o no gustar, pero sí tengo que ser sincero con lo
que siento y pienso.
-Lo que usted llama “cuando empiezan a creer en ti” yo lo
entiendo como “cuando tienes un nombre”. El asunto es, ¿cómo consiguió el
nombre desde Matanzas? Porque esa provincia está muy cerca de La Habana, pero se
sabe que por lo general triunfan los que se abren camino aferrados a La
Giraldilla.
Bueno, hay casos excepcionales como Cándido Fabré que
triunfó desde aquí. Yo a La Habana no le tributo el hecho exclusivo de que hay
que estar allí. Si la obra tiene calidad se impone. Claro, si estás en Bayamo,
en Las Tunas, es más difícil. Pero bueno, yo me lancé. Empecé a coger carretera
para La Habana. Pasé mucho trabajo, muchas veces sin dinero, sin tener donde
amarrar la chiva. Eso implicó que tuviera que hacer dejación de muchas cosas,
posponer planes. Pero yo dije “este es mi sueño”, y era un sueño demasiado
grande. Mis hijos no se iban a morir de hambre, de eso debía encargarme yo,
pero tenía que hacer algo con ese sueño para no quedarme después con la
frustración de que no lo intenté.
- Usted llega a La Habana. Pero, ¿cómo conquista los medios
entre tantos aspirantes al éxito?
Hubo dos personas que influyeron en eso. Son dos hermanas
jimaguas de Cárdenas, Odalis y Omara Mirabal, que viven en La Habana.
-¿Quiénes son ellas?
Ellas tienen sus empleos. Una trabaja en asuntos de tienda y
otra en una firma extranjera. Como eran cardenenses me dijeron “Te vamos a
llevar a La Habana para que la gente te escuche”. Empezaron a llevarme a
lugares, a conciertos de músicos que conocían. Lo mismo invitaban a Gerardo
Alfonso a un almuerzo en su casa, yo cantaba ahí y él me escuchaba.
-Entonces tenían una influencia en el mundo del arte. No
cualquiera invita a Gerardo Alfonso a almorzar a su casa.
Claro. Eran gente que amaban la cultura, pero no tenían
realmente una herramienta. Ellas convencieron a mucha gente de que me
escucharan como a Carlos Varela, Frank Delgado, Raúl Torres, Pedro Luis Ferrer,
Silvio Rodríguez.
-¿Qué significó el contacto con esas personalidades de la música?
Me aportó mucho. Una, porque aprendí en lo personal cómo son
ellos, cómo actúan ellos. Uno se pregunta cómo serán los artistas. Uno los ve
en el televisor y piensa en un muro imaginario, como una distancia del ser
humano al artista.
-Una amiga decía algo así como “nunca te acerques mucho a
tus ídolos, porque te embarrarás de lodo”. No sé dónde lo leyó exactamente,
pero bueno, imagino no fue esta la experiencia de Tony Ávila.
Para nada. Tengo la amistad del mundo con ellos. Es respeto
mutuo, admiración mutua. Escuchar su música, vivir su música, y escuchar sus
opiniones me sirvió de mucho. He
compartido escenario con casi todos.
-Hace unos minutos me hablaba de tres caminos en su obra. Ya
se refirió a uno de ellos.
Sí. Hablábamos del son y la guaracha. Tengo también
canciones de amor, que es lo que más he escrito: baladas, boleros, bossa nova,
hay canciones también como género. Y está también, más apegado a la fusión, el
tema social y filosófico. En el momento en que estoy en mi carrera está
prevaleciendo la parte de la guaracha, el son, es lo que más se difunde; son ya
las canciones inevitables que la gente me pide cuando estoy en algún lugar. Es
obligatorio ya que cante La choza de Chacho y Chicha, por ejemplo.
-¿Cuántos discos ha grabado hasta hoy?
Oficialmente tengo A primera vista, un disco que hice en el
2004 con Colibrí. Tengo dos en vivo, uno A guitarra limpia con el Centro Pablo
de la Torriente y otro con el Centro Hispanoamericano de La Cultura en La
Habana. Está En tierra con Bis Music; El timbirichi, una producción
independiente que se está lanzando por estos días y tiene licencia para Cuba
también. Hay otro que grabamos durante un concierto en Francia en el 2012. Ese
disco tiene una especie de combo, porque tiene CD, DVD y un documental, y debe
estar en Cuba para el mes de diciembre.
-¿De los premios que ha recibido cuáles lo han enorgullecido
más?
El más grande que he recibido en la vida, ¿sabes cuál es?
Que me paren en la calle y me feliciten. La dimensión que tiene eso no se
compara con nada. Pero he recibido, por ejemplo, Premios Cubadisco, Lucas,
reconocimientos por la Asociación Hermanos Saíz.
-Ya que está hablando de la AHS, una organización que recién
finalizó su II Congreso, quisiera hacer una parada en ese punto. Usted fue
miembro de la Asociación en Matanzas. Dígame cuánto le viabilizó en su carrera,
justo a usted que tuvo que bregar tanto para consolidarse en el panorama
artístico.
En las instituciones culturales ha existido un problema. En
muchas de ellas a veces hay buena voluntad, pero los mecanismos no dejan que
funcionen. Muchos de los conceptos bajo los cuales trabajan son
administrativos, y la cultura no se puede administrar; yo creo que más que todo
se puede orientar, promover. Y debe haber una visión amplia que permita
preguntarse “Este artista de dónde es, a qué se dedica, qué vamos a hacer por
él como institución del Estado para que esa obra salga, en vez de poner
obstáculos”. Yo he tenido buenas relaciones con las instituciones culturales,
aunque también he padecido por la incompetencia. Ese concepto del que te hablé
antes está mal pensado y creo que hay que reconsiderarlo. Tú no puedes poner a
un ingeniero electrónico a dirigir cultura. Se han cometido errores como ese.
Se ha puesto a dirigir cultura a un hombre que viene sancionado de no sé dónde.
Es como que se ha pensado “la cultura es lo último, ahora lo pongo ahí para
sancionarlo más todavía”. Además, no puede ser que para un despacho con un
funcionario haya que pedir una audiencia con un mes de antelación. Ese que está
tras el buró si quiere que ni duerma, pero tiene que estar para el artista, y
para cualquier artista, no para el más reconocido. Porque sabemos de las
alfombras rojas. Y yo creo que todos los artistas de este país deben tener una
puerta a la cual tocar.
-Usted ha abordado temas sensibles de la realidad cubana.
Pensando en la pérdida de valores, recuerdo que de un tiempo reciente a esta
fecha se ha reconocido públicamente el fenómeno, pero antes era un asunto
vedado. Usted hablaba de la censura a su obra, algo que no es exclusivo de
nuestro país ni de nuestra época, porque desde el inicio de la humanidad han
existido temas que hacen sangrar a quien los toca. Mi próxima pregunta viene
por el lado opuesto. A la hora de escribir una canción, ¿nunca ha sufrido el
conflicto de la autocensura, de mutilarse hasta cierto límite?
Por suerte muchas de mis canciones han encontrado un camino
lógico y de respeto. Yo escribo con respeto. Mi obra no es agresiva, no
bombardea desconsideradamente, es objetiva según mi opinión, porque una canción
como Mi casa.cu, que es la de los cambios en Cuba, no habla de tumbar el
Gobierno; habla de mejorar a Cuba desde los cimientos que tiene y edificar
sobre eso lo nuevo. Lo que está malo hay que desecharlo.
-¿Qué es lo que más defiende con su música?
A mi país, a mi familia, a los cubanos en sentido general.
Defiendo valores, defiendo libertades, ideas, defiendo el hecho de que la gente
pueda decir lo que siente y piensa, pero siempre sobre la base del respeto. A
mí me ha funcionado muy bien el tema de escribir con respeto, aunque a veces
puedan ser duras las ideas. Yo soy responsable de cada coma y cada punto y no
rehúyo de nada de lo que hago.
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