viernes, 22 de marzo de 2013

La fatalidad de la poesía actual



Por Clara Maylín Castillo  CULTURA / Poesía

Luis Carlos Suárez
“Mis padres no fueron personas ilustradas ni intelectuales; sin embargo, mi madre conocía la poesía de Heredia”, afirmó el escritor Luis Carlos Suárez, nostálgico al recordar sus tiempos de infancia y juventud en que la poesía lograba atraer a gran parte de los lectores.       

Con el paso de los años, la televisión y los medios informáticos han acaparado la atención de la sociedad, desplazando a la literatura y, sobre todo, al género poético.

Lectores granmenses refieren varias causas de la apatía hacia esa modalidad literaria: primeramente, la no identificación con gran parte de los textos poéticos; luego, su habitual carácter ininteligible y, por último, la falta de tiempo en una vida más dinámica impuesta por la vorágine social del siglo XXI.

Desdichadamente para los bardos, incluso para la propia literatura, la poesía es hoy un género estancado en cada una de las librerías de Granma. Su lento movimiento se aprecia también en la Biblioteca Provincial 1868 de Bayamo, donde en el 2012 solo circularon 66 poemarios de autores latinoamericanos. La poesía cubana “descolló” con 118 libros prestados y los volúmenes poéticos del resto de las naciones se quedaron rezagados en la cifra de 21.

En total fueron solicitados 205 textos, número insignificante en comparación con la cantidad de libros de poesía, que supera los mil en la institución.

Un equipo de investigación liderado por Teófila Assea, Jefa del Departamento de Atención al Público en el centro, se dio a la tarea de estudiar el fenómeno con usuarios que acuden sistemáticamente a la sala de literatura.

En cuanto a los resultados de la investigación, Assea subrayó las reiteradas manifestaciones de los entrevistados acerca del estudio exclusivo de los clásicos en los programas docentes, hecho determinante de que no tengan referentes de la poesía contemporánea.

Tras indagar con distintos tipos de lectores hallé un factor común en sus criterios: el hermetismo de la poesía actual es el factor que más los espanta. Ante tal situación muchos literatos se muestran indiferentes.  El autor del poemario El regreso del guerrero, en cambio, expresó su preocupación:

“A mí sí me interesa comunicarme con mis lectores. He visto que a las actividades literarias acudimos las mismas personas. No sé si esto que está pasando con la poesía tendrá una solución, pero sí creo que existen muy buenos poetas y que hoy no solamente hay que decirle a la gente ‘lee poesía’. A la gente hay que enseñarle a leer poesía”.

De acuerdo con la poetisa granmense Amarilis Terga, autora de El sueño de hetaira, la solución de esta problemática radicará en la aplicación de la política sociocultural de una forma más amplia y no formalista, no repetitiva. Dicha estrategia debe partir de un trabajo de mesa serio, donde participen especialistas de la comunicación cultural y un equipo de creadores del territorio en función de escribir reseñas, notas, de activar plataformas interactivas, de hacer que la promoción llegue a diferentes públicos y de apostar por la autenticidad de los eventos.

Con independencia de las fisuras en el campo promocional, hoy se plantea la necesidad de que el poeta atraiga a sus lectores. Sobre esta posible solución comentó el literato Alejandro Ponce, autor de Las Calmas aparentes:

“De un tiempo a esta parte se está pidiendo que los autores salgan a la búsqueda de sus lectores. Yo no creo que esa misión sea nuestra. Si no existe un lector, no depende un ciento por ciento de los autores. La poesía es un género difícil. Llegar a descifrar ese misterio que de alguna manera devela el poeta en sus poemas, ocultándolo, es mucho más difícil para el lector. Creo que hay un lector que no está preparado. En mi caso me conformo con que dos docenas de personas me lean, mis amigos. Eso para mí es suficiente”.

Indiscutiblemente, los medios de difusión masiva y los nuevos métodos de enseñanza han llevado a la sociedad a una adicción por el facilismo. Sin embargo, es notoria también la introversión de gran parte de los poetas a la hora de concebir sus obras. A mi juicio, la solución del problema estaría en una auténtica línea promocional, en una mayor preparación desde las escuelas y en que, sin mellar la calidad, cada autor recuerde que la poesía, sobre todas las cosas, es un acto de comunicación.

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