miércoles, 10 de agosto de 2016

Un hombre aburrido con un peinado estrambótico

Donald Trump ha llegado a ser el candidato presidencial republicano tan solo por ser bocón y brutal en sus declaraciones.

Y cada vez que ha dicho algo que clasifica como racista, grosero, insensible, vengativo, insensato, o simplemente como políticamente incorrecto, muchos hemos pensado que esa era la gota que derramaría el vaso. Pero Donald Trump siempre ha salido a flote. O más bien sus partidarios, a fuerza de vítores, aplauso y sectarismo visceral, lo han sacado a flote.

Donald Trump ha llegado a ser el candidato presidencial republicano entonces no por ser sagaz, astuto, capaz.

Ha llegado hasta aquí porque hay quien gusta de la idea de un presidente bocón y brutal, al que no quiero imaginar como mandatario resentido, impulsivo, ególatra, negociando con aliados difíciles, o acariciando con el dedo el botón nuclear.

El dilema entonces no es elegir a Trump como presidente porque Hillary Clinton es una opción mediocre, o porque esta es parte de un clan que —también— manipula y miente. El problema es que Trump es, indiscutiblemente, un mal mayor, un mal que no es republicano, que no es nada de lo que dice, que es si acaso trumpista, y los republicanos de vergüenza y pensamiento lo saben.

No sé qué necesitan los republicanos —y aquí no incluyo a los que apoyan a Trump a capa y espada, pues ahí no hay nada que hacer— para salirse de la espiral de bochorno y sensacionalismo en que la veta histriónica y la incapacidad como político de Donald Trump los ha lanzado.

Las elecciones de noviembre serán la última oportunidad para cambiar de canal y dejar que cancelen ese triste reality show. Pero, desde ya, Donald Trump "alerta” a sus seguidores de que el proceso electoral "está amañado”, creando discordia en la mejor usanza de los caudillos y dictadorzuelos que son, en primer lugar, malos perdedores. Como si no bastara con la incitación que hiciera a una potencia extranjera a espiar a un candidato presidencial americano, ahora se erige en agitador populista.

Si bien Donald Trump no es responsable por lo peor que haya en la sociedad norteamericana, sí lo es por sacarlo a flote y usarlo a su conveniencia: xenofobia, nacionalismo del bobo, odio en lugar de ideología, enemigos en lugar de adversarios, todo mezclado en aguas muy turbias.


Aguas turbias que, por el momento, ofuscan el sentido de una buena parte de los americanos, para la sola ganancia de Donald Trump, un hombre aburrido con un peinado estrambótico. (Alex Heny, Nueva York)

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