martes, 19 de noviembre de 2013

Si hubiera nacido en otro país…



Por Clara Maylín Castillo
"No aspiro a nada material, mi mayor premio es saber que alguien pudo salvar su pierna"

Solo el paciente diabético, o quienes luchan junto a él, conocen la dimensión del dolor que ocasiona la pérdida del pie o una pierna. Hasta la década de los años 90 estas amputaciones eran un hecho corriente e ineluctable en Cuba y el resto del mundo, un motivo de sufrimiento para quienes padecían la enfermedad y, lo peor, una señal de que en el reloj la arena comenzaba a precipitarse. A inicios del siglo XX nuestro país, nación del tercer mundo, aportó un medicamento que rompería esa rutina, cambiando los paradigmas en el manejo de las úlceras del pie diabético.

Bayamo tendrá por siempre el crédito de semejante hallazgo, porque fue justamente en esta ciudad, en la calle Martí número 245, donde vivió hasta los 26 años Jorge Berlanga Acosta, investigador responsable del Heberprot P y jefe de proyectos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.

Graduado de Medicina Veterinaria en la Universidad de Granma, Berlanga Acosta adquirió todo un caudal cognoscitivo a través de una Maestría en Ciencias Patológicas, un Doctorado en Ciencias Farmacéuticas y dos postdoctorados  en prestigiosas instituciones de cirugía plástica, cicatrización y patología en Inglaterra y Canadá.

-¿Cuándo comienza a trabajar de lleno en la investigación?

A partir de septiembre de 1991. Dejé la docencia y me dediqué a la investigación y tuve la suerte de que en ese momento en el Centro de Ingeniería Genética me esperaba el doctor Pedro López Saura, uno de los seis fundadores de la biotecnología en Cuba. Él me designó desde ese momento el estudio de las bases farmacológicas del factor de crecimiento epidérmico, que es el ingrediente farmacéutico activo del Heberprot P. Es decir que le he dedicado 22 años a la cicatrización y a los factores de crecimiento.

-¿Cuáles fueron las bases para el descubrimiento del Heberprot P?

Comenzamos a trabajar en 1991 en las bases farmacológicas del tratamiento del Hebermin, una crema para uso tópico que aún se utiliza en las unidades de quemado. Nosotros nos dimos cuenta de que esa formulación no era apropiada para úlceras crónicas, porque estas segregan sustancias químicas que destruyen los factores de crecimiento. Lo otro es que las heridas crónicas crean una especie de escudo en su superficie que las hace impenetrables y el microambiente de las úlceras diabéticas es muy distinto al de las heridas agudas. Entonces todas estas piezas de conocimiento las fuimos acumulando entre el 91 y el 95. En este año comenzamos en un programa que yo llamé FS-Parenteral encaminado a evaluar los efectos biológicos de la inyección del factor de crecimiento epidérmico. Comenzamos a trabajar sobre la búsqueda de otras propiedades terapéuticas para saber qué podíamos tratar al inyectar por factor de crecimiento. Comenzamos a desplegar un enorme torrente de trabajo en ratas y ratones de laboratorio. Reproducíamos diferentes procesos patológicos humanos, enfermedades no infectocontagiosas, en las cuales usted podía devolver la salud sobre la base de varias propiedades biológicas fundamentales: la cito protección, la diferenciación de tejidos, la multiplicación de tejidos, la migración celular. Entonces comenzamos a trabajar diferentes modelos experimentales. El primero que se me ocurrió trabajar es un modelo de daño periférico en nervios porque en esos días se había publicado en la revista Nature que las células que recubren los nervios expresan receptores para el factor de crecimiento epidérmico. Mi razonamiento fue muy sencillo: si expresan receptores para el factor de crecimiento es porque algunos miembros de la familia ejercen alguna función biológica de alguna importancia. Lo que hicimos fue cortar el nervio asiático de la rata en 1995. Un grupo de animales recibió una inyección local en la zona de daño donde habíamos hecho la cirugía de factor de crecimiento epidérmico, infiltrándolo en el muslo y los otros recibían un placebo. Ese experimento se repitió en tres oportunidades y se reprobó en tres oportunidades. Pero el hallazgo casual fue que no solamente se restauraba el nervio, sino que se prevenían las úlceras en la planta del pie de la rata y se preveía la muerte o la caída de los dedos por isquemia, porque cuando tú desnervas la extremidad estás produciendo una isquemia neurogénica.

-Quiere decir que no habían pensado aún en la diabetes. 

Para nada. Después del análisis posterior sugerimos que estábamos en presencia de un modelo experimental que de alguna manera podía recrear algo de lo que pasaba en la extremidad de un diabético: pérdida de inervación y deterioro de la capacidad circulatoria. A eso se sumaron una cascada de experimentos que demostraban repetidamente que la inyección era capaz de rescatar células de la muerte y de restaurar tejidos y lo hacía con una potencia farmacológica inusitada. Todo esto nos llevó a pensar que la infiltración del factor de crecimiento epidérmico podía ser una alternativa para las heridas crónicas. En enero del 2001 el doctor Luis Herrera, director de nuestro Centro, convoca  a un almuerzo de trabajo entre él, el director del Instituto Nacional de Angiología en ese momento y yo. Nos convidó a hacer algo para que demostráramos la real utilidad del tratamiento con factor de crecimiento epidérmico. Yo sabía que en el Instituto de Angiología había una sala de angiopatía diabética, o sea, del pie diabético. Entonces le propuse hacer una infiltración local en los bordes y fondos de la úlcera de los pacientes y el profesor estuvo de acuerdo. Al otro día le llevé 120 bulbos. La única condición que me puso fue que no rompiera el esquema de los tratamientos en días alternos, así que hicimos las infiltraciones en días alternos y así comenzamos en marzo de 2001 con pacientes que ya tenían turnos de amputación. Lo que hicimos fue ofrecer un tratamiento compasivo. Nos acercamos a pacientes y familiares para pedir el consentimiento. De marzo de 2001 hasta diciembre de 2002 tratamos 29 pacientes. De esos 17 se rescataron de la amputación.

-¿Cuándo fue aprobado por las autoridades sanitarias regulatorias de Cuba?

El registro se aprobó en el 2006. En estos momentos el tratamiento está registrado en 19 países y tenemos patente desde los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, hasta el mundo entero prácticamente.

-¿En qué consiste el tratamiento?

En una formulación farmacéutica que se reconstituye en cinco mililitros de agua destilada y se inyecta dentro de la úlcera en días alternos. Generalmente el paciente ve la diferencia a partir de la tercera semana del tratamiento. Los efectos principales son la creación de una nueva matriz extracelular en la herida, de una nueva trama bascular y el rescate de células de la muerte.

-¿Este método tiene alguna contraindicación? 

Los que son alérgicos a la composición y los pacientes portadores activos de neoplasia. Pueden surgir efectos adversos que se resuelven a muy corto plazo como son los temblores, el escalofrío, puede haber un vahído transitorio. Incluso hay médicos nuestros que han empezado a utilizar media o una tableta de venadrilina media hora antes del tratamiento. Otros han preferido pre condicionar psicológicamente al paciente y de esa manera han conseguido una reducción de los efectos adversos. De todas formas, estos efectos no superan el 20% de la población tratada.

-¿El tratamiento no ha sufrido ninguna variación? 

No. En estos momentos lo que estamos trabajando en el desarrollo de nuevos medicamentos y de nuevas tecnologías de las formulaciones inteligentes de liberación sostenida para la úlcera del pie diabético. Con esto se reducirán la invasividad al paciente, el dolor y se garantiza que el tiempo de residencia media del factor de crecimiento en la herida se prolongue.

-Económicamente hablando, ¿cuánto implicó el proyecto?

Mi formación es puramente de investigación biomédica.

-De todas formas, un científico siempre sabe cuánto cuesta lo que necesita para innovar.

Bueno, déjeme decirle que fueron 10 años de trabajo.

-¿Cuántas personas participaron en el proyecto?

No vamos a hurgar en ese tema, porque de los que comenzamos en Cuba nada más quedo yo. Los demás traicionaron. Yo me quedé y vivo en La Habana, pero voy a venir a morir aquí o vendrán mis cenizas para la Plaza del Himno.

No me ha dicho el costo del proyecto y creo no debe haber problema alguno en decirlo. En otros países se destinan millones de dólares a las investigaciones, así que a nadie se le ocurriría condenar el hecho de que aquí se haya gastado una cifra considerable en una invención que ha revolucionado la ciencia médica. 

Yo calculo que eso puede estar rayando con los 100 millones y puede estar segura que hemos superado la cifra en ingresos, porque el Heberprot P se ha convertido en el producto líder de la biotecnología cubana.

-Este medicamento le granjeó el Premio al Mayor Impacto Social, el de Innovación Tecnológica, dos lauros de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y una Medalla de Oro al Mejor Inventor Joven y Premio a la Patente.

La respuesta del paciente es el premio más importante para el medicamento y para el enorme colectivo que ha trabajado, porque yo no soy solo. La gente dice “creador”; en realidad es un equipo. Yo pueda haber aportado la hipótesis inicial y puedo haber escrito la patente y puedo haber desarrollado los primeros experimentos.

-Entonces considera que no es correcto atribuirle la autoría del Heberprot P.

No es justo, porque por ejemplo hay un compañero que hizo la formulación; hay una enfermera que se ocupó de que la úlcera no se infectara.

-A usted lo han entrevistado en los medios de difusión masiva nacionales.

Sí.

-Le reconocen como el creador del Heberprot P.

Sí.

-De todos los profesionales implicados en la investigación, ¿quién ha protestado?

Nadie ha protestado.

-Entonces usted es el creador del Heberprot P.  Además de los galardones, ¿qué satisfacciones le ha traído el descubrimiento?

No tengo nada material ni aspiro a nada material. Me trajo muchas cosas importantes como el reconocimiento de las autoridades de mi provincia; la satisfacción de que mucha gente haya preservado la pierna o el pie; el respeto y el cariño de compañeros, de compatriotas, de gente humilde tanto dentro como fuera de Cuba. Satisfacción fue que una anciana del Cobre, una de nuestras primeras pacientes, en junio de 2001 me besara las manos y me diera las gracias.

-Ser el autor de un medicamento de esta categoría en el mundo supone ilimitadas ganancias personales. Si usted hubiera nacido en otro país sería millonario, o a lo mejor nunca habría sido un profesional.

Yo sí hubiera sido un profesional, pero probablemente no habría sentido la inspiración de hacer los experimentos que fueron piezas de conocimiento cardinales en el desarrollo del medicamento. Yo creo que cada zona geográfica tiene un magnetismo, un aura, una espiritualidad. Martí dijo que “la ciencia descubre lo que ya el espíritu sabe”. Y déjame decirte algo. A veces uno se torna recipiendario del subconsciente universal, pero para lograr eso tienes que estar vibrando en consonancia con una tierra y estar bajo un cielo que te haga sentir feliz. Yo he estado mucho tiempo en el extranjero y a lo mejor bajo un cielo gris y menos 29 grados de temperatura no hubiera tenido una ocurrencia de este tipo.

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