sábado, 9 de marzo de 2013

De disfraces y retos



Por Clara Maylín Castillo

Francisco López Sacha en Bayamo.
Más de veinte siglos de literatura, con obras monumentales, personalidades ilustres, y toda una enramada de creaciones difícil de seguir y precisar, pesan en la actualidad sobre escritores cubanos y extranjeros, no como un fardo incómodo, pero sí como un legado mítico casi imposible de revolucionar.

De las disyuntivas en el arte de narrar, del desasosiego y los retos que consumen a las nuevas generaciones, vino a hablar a Granma el preclaro ensayista y narrador Francisco López Sacha, invitado a la Feria Internacional del Libro 2013 en nuestra provincia.

“Un día yo presenté a Eduardo Galeano, cuando le dimos la condición de Miembro de Mérito de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Al lado mío, él dijo ‘Me han preguntado qué cosa es la literatura y yo he respondido: la literatura es todo lo que se escribe’. Yo tuve que quedarme callado, pero pensaba que eso era falso. Todo lo que se escribe es escritura; la literatura es otra cosa”.

Las más de diez obras publicadas, entre ellas Dorado Mundo (libro de cuentos merecedor del Premio Alejo Carpentier en el 2002), la novela El cumpleaños del fuego y el ensayo La nueva cuentística cubana, amén de otros reconocimientos como el lauro de La Gaceta de Cuba y el Premio General San Martín del Ateneo de Buenos Aires, avalan al autor de origen manzanillero como uno de los más prestigiosos de este país, con suficiente experiencia como para teorizar en torno a la literatura y tener sus propias consideraciones al respecto.

“La literatura es una operación estética con la palabra y con los niveles jerárquicos lingüísticos (el fónico – fonológico, el sintáctico, el sintagmático y el paradigmático)”, sentenció Sacha este 7 de febrero en el Museo Provincial Manuel Muñoz Cedeño de Bayamo, luego de introducir su conferencia Los desafíos del arte narrativo.

Convencido de que la dicotomía forma y contenido es ridícula, reaccionaria, el intelectual enfatizó la relación entre la oralidad y el narrador, entre el plano de la expresión y del significado. De vuelta a los gérmenes de la oralidad, habló de los rapsodas en la Grecia antigua, con la figura de Homero, de los narradores mímicos y del griot, ese narrador africano que usaba voz y cuerpo, y al cual “Latinoamérica debe escritores como Alejo Carpentier y Vargas Llosa”.

De acuerdo con Sacha, los tres niveles de la lengua son operativos y están constantemente en contradicción, pues siempre habrá oralidad enfrentada a la escritura y a la literatura.

Senel Paz es también guionista de cine.
“Usted tiene la oralidad de Senel Paz, nacido en 1950 en Fomento, Las Villas. Cuando lees El niño aquel o El rey en el jardín, encuentras la oralidad del niño, ingenua, naif, un narrador deficiente. En ese mismo año nació Pedro Juan Gutiérrez y la oralidad de este no tiene nada que ver con la de Senel Paz, y los dos son cubanos de la misma generación”.

“Recordemos también que Pablo de la Torriente Brau comenzó a escribir en lenguaje coloquial, pero su coloquio no es el de Pedro Juan Gutiérrez. Después de 50 años parecen dos escritores de dos países distintos. Si lees Las aventuras del soldado desconocido cubano y El rey de La Habana compruebas que no existe una sola oralidad, sino oralidades”.

Pedro Juan Gutiérrez, siempre polémico.
En relación a la literatura de Pedro Juan Gutiérrez, uno de los artífices del realismo sucio, de cuya obra Sacha se proclama defensor, abordó asuntos relacionados con El rey de La Habana, a su juicio una gran novela en la que el narrador utiliza en su discurso palabras propias de personajes.

“La lucha entre la oralidad, la escritura y lo literario trae una contaminación”, dijo el otrora presidente de la UNEAC. “Es como una fosa que contamina el agua. Entonces el narrador está contaminado por las voces de los personajes”.

“Hay un episodio de la novela que me encanta. El único trabajo que Rey consigue es en una embotelladora de cerveza. Entonces mientras está embotellando le entran ganas de defecar y pregunta ‘Oye tú, ¿dónde se puede cagar aquí? El negro que está sudando le dice ‘No, no, no, no, no’. Cuando Rey lucha con él y lo vence va corriendo a defecar y el narrador dice ‘Cagó primero fuertemente, uff’. ¿Quién dijo uff, el narrador o el personaje?”.

Tras referir esta mezcla ambigua de la voz del personaje con la del narrador, ideada por James Joyce en el Ulises, Sacha alabó el modo de hacer de otros grandes de las letras como Flaubert, la narración circular de García Márquez, León Tolstói en La guerra y la paz y Marcel Proust con En busca del tiempo perdido.
Según sus consideraciones, el gran desafío que se plantea hoy es crear la estrategia discursiva para contar una historia, que puede llegar por una construcción mental o por un proceso de inspiración.

“A mí me pasa como al personaje del cuervo en los animados del cuervo y la zorra. El cuervo vivía de engañar a la zorra y tenía en su casa un baúl. Este baúl tenía una inscripción que decía ‘disfraces para toda ocasión’. Pues bien, los escritores somos como el cuervo; nos disfrazamos para toda ocasión, a veces de escritor, de narrador, personaje, o de todo al mismo tiempo”.

Con su discurso Francisco López Sacha patentizó sus vastos conocimientos de la literatura en general y de la teoría literaria. Para el público presente, escritores jóvenes y avezados, investigadores, traductores o diletantes de las letras, no se trató de una emanación de saberes fría, hermética, sino de una corriente de pensamiento bien orientada, conseguida al calor del estudio consagrado, y más que ello, en virtud de sus propias vicisitudes como escritor. Fue una lección de milagros desde el taller de las hadas.

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