lunes, 28 de abril de 2014

Los jefes



Armando Yero La O

Desde que el hombre se bajó del árbol hay jefes. No existen referencias claras de cómo nuestros antepasados ejercían la autoridad, pero no es ocioso pensar que la macana fuera el argumento más persuasivo para ganar el liderazgo. ¿Quién iba a disentir ante un pavoroso garrote?

sábado, 26 de abril de 2014

Secretarias: ese mal necesario



Armando Yero La O


En nuestro cotidiano desempeño profesional, las secretarias ocupan un lugar importante del tiempo que invertimos en obtener un dato, verificar una cifra o hablar personalmente con un jefe.

Fortificadas en esos castillos medievales a prueba de asaltos que son sus escritorios, las secretarias tienen el don de obrar milagros en lo tocante a la vida de sus superiores, que son nuestras principales fuentes de información.

jueves, 24 de abril de 2014

Una mujer de más de 40



Armando Yero La O

Una hermosa mujer con piel de alabastro me confesó sin el menor rubor que tiene 49 años. Me sorprendió que no apelara a las clásicas artimañas femeninas para esconder su edad. De inmediato supe por qué no le importaba en absoluto esconder el inevitable devenir del almanaque: está en plena forma física. Tan plena que parece flotar más que caminar.

Su magnífica distribución corporal me hizo ver cuán agradecidos debemos estar con las mujeres de más de 40 años. Esta muchacha casi cincuentona (y empleo el término muchacha con toda intención), no solo presume de tener un físico envidiable, sino que posee un intelecto preclaro, en alerta constante, con una lucidez y ductilidad sorprendentes. Y me hizo reconocer de una vez, que las mujeres mayores de 40 son un regalo de Dios. Me quedo definitivamente con las mujeres cuarentonas.

El verdadero miedo del hombre



Armando Yero La O

Cuando escucho a un hombre decir que no le teme a nada, inmediatamente pienso en lo mal que miente. Nuestra masculinidad no escapa al escalofrío que paraliza los sentidos cuando la vida nos enfrenta a cosas que no podemos superar, como la muerte tal vez. Pero existe un miedo peor que ese, uno que nos anula y convierte nuestra dignidad de machos en comida para puercos. Es la disminución gradual e inexorable del poderoso impulso hidráulico que levanta, triunfante y alegre, el músculo más preciado de la anatomía varonil, con el que damos y recibimos el más excelso de los placeres.

miércoles, 16 de abril de 2014

El miedo de Rafael Alberti a que Joaquín Sabina le robara protagonismo



Por Benjamín Prado


Joaquín Sabina en 1986 o 1987 ya era, como lo es hoy, un cantante muy conocido que llenaba plazas de toros y estadios de fútbol en sus conciertos y con el que no resultaba fácil ir por la calle, soportando el continuo acoso por sus seguidores, algunos de los cuales, por cierto, eran tipos de no muy buena catadura, de ésos con los que uno podría compartir una moto, pero jamás una toalla.

Creo que si había algo que le gustase a Sabina era salir a cenar con su admiradísimo Rafael Alberti, su poeta favorito junto con Neruda y Vallejo; y yo, amigo de los dos, organizaba de vez en cuando encuentros en los que todos lo pasábamos muy bien y en los que podían ocurrir cosas notables como aquella segunda visita a los muros de la Real Academia Española, de la que antes he hablado.