viernes, 21 de marzo de 2014

El enemigo en casa


Por Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)

“Tengo un catalejo, con él la Luna se ve, Marte se ve, pero el meñique del pie: no se me ve” (Buena Fe)


¿Cómo podemos identificar a un enemigo? ¿Por sus palabras amenazantes, su mirada o su aspecto intimidatorio? No, el enemigo se reconoce por el efecto dañino que nos provoca y en ocasiones es quien menos imaginas. Cuba ha tenido un enemigo histórico a 90 millas, esto hace que apelemos constantemente a él cuando mencionamos amenazas y esto se ha convertido en un cliché que en los últimos tiempos nos hace desestimar ese real enemigo externo y enmascara a los internos. Vale recordar hoy: ¿quién es el enemigo?

Recientemente un periodista de Matanzas (provincia vecina a la capital y famosa por acoger la más famosa playa cubana: Varadero) intentó hacer un reportaje sobre el sistema de salud en Cuba, investigando encontró que de los más de 644 consultorios médicos ubicados en la provincia matancera, solo 15 de ellos tenían un licenciado en enfermería, es decir, el apoyo que necesita un médico especializado para realizar su labor. Incluyó estas cifras con las otras que conformaban su análisis periodístico, sin siquiera darle demasiada importancia a un asunto que ya de por sí sugería un reportaje investigativo muy interesante y necesario.

Al presentarle el trabajo a su jefe inmediato, este le aclaró que “eso está bien para un medio nacional pero para Internet no, porque la salud es un logro de la Revolución y no podemos darle argumentos a nuestros enemigos”.

Primero quiero aclarar que de nada valen mil discursos de Raúl Castro criticando el secretismo si no se establecen políticas que lo impidan. En segundo lugar, el peor argumento no es el que se le pudiera dar al enemigo, sino el que utilizó este funcionario para interferir en el proceso informativo, el enemigo se va haciendo evidente en este caso. Con mucha frecuencia cuando se habla de enemigo en Cuba se hace una alusión simplista a los Estados Unidos, ¿no estaremos perdiendo la perspectiva y pensando solo en ese enemigo externo? ¿Y los enemigos internos qué?

La constante apelación a la frase “el enemigo” ha provocado que las personas la etiqueten como discurso gastado, la rechacen y entonces comiencen a olvidar que ese enemigo sí existe y dónde puede estar realmente. No temo a equivocarme cuando digo que la propaganda política nacional, en la mayoría de los casos ha logrado el efecto contrario al deseado, por poco sutil, torpe y vacía.

El enemigo también está en ese que le hace resistencia al cambio de mentalidad que nos afecta desde hace tanto tiempo y frena los cambios que deseamos en Cuba, que se aferra a sus esquemas y queda anclado a posturas coyunturales que él convierte en principios. Creo que uno de los enemigos es el “contrarrevolucionario” en el sentido amplio y no estrecho (gastado también), ese que se opone a lo transformador. Nadie puede autocalificarse de “revolucionario” y vivir apegado al dogma, tal y como lo vivimos en Cuba hoy.

En los últimos tiempos los cubanos debemos temerle a la semántica, muchas frases y combinaciones de palabras han quedado proscritas o son objeto de burla por parte de la población al ser vinculadas directamente a estereotipos en nuestra sociedad. Cuando el funcionario de ese medio informativo censuró la información sobre la salud que redactó ese joven periodista, inconscientemente (o conscientemente) se estaba convirtiendo él en el enemigo. Aunque seamos considerados una potencia médica y demos salud gratuita en Cuba y fuera, los problemas hay que abordarlos, y no esconderlos, “los enemigos eso no lo perdonarán”.

Hay un enemigo que está a 90 millas de aquí y con el cual poco podemos hacer más que sacar adelante el proyecto político nacional. Me preocupa más el otro, el que convive con nosotros y nos cuesta identificar, ese posiblemente sea el más dañino de todos.

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