domingo, 12 de enero de 2014

Incendio de Bayamo, la más alta expresión de rebeldía



Por Armando Yero La O


El 12 de enero de 1869 el cielo de Bayamo se pintó de rojo, mientras el humo y las lágrimas cegaban la vista de quienes, en un acto de verdadera entrega y patriotismo, habían optado por sacrificar sus hogares antes de permitir que la ciudad nuevamente cayese en manos españolas: Bayamo era devorado por las llamas.

La ciudad había sido tomada desde el 20 de octubre de 1868 por fuerzas al mando de Carlos Manuel de Céspedes. La guarnición peninsular del lugar estaba compuesta en esos momentos por 115 hombres de infantería y 26 de caballería, a los cuales se sumaban las tropas auxiliares integradas en su mayoría por milicias de color.

Los defensores hispanos poco a poco fueron cediendo espacio, hasta quedar reducidos a los cuarteles de infantería y caballería, y tras dos días de pertinaz asedio decidieron rendirse a las tropas cubanas el 20 de octubre.

La toma de una ciudad de la importancia de Bayamo le dio gran prestigio al movimiento emancipador cubano recién iniciado, a la vez que le permitió tener su centro político, administrativo y militar.

Pero como era de esperar las autoridades españolas no se sentarían a contemplar impávidas el desarrollo de la lucha armada que habían iniciado los cubanos, y mucho menos dejarían pasar inadvertida la toma de Bayamo.

Como medida inmediata Francisco Lersundi, capitán general, designó al general Blas Villate, Conde Valmaseda, como Jefe de Operaciones en Cuba, con la misión de avanzar sobre aquella región en unión de un nutrido número de fuerzas. Su propósito principal: desalojar a las fuerzas cubanas de aquel lugar.

El nueve de enero sus avanzadas llegaron a Cauto el Paso y aunque fueron detenidas momentáneamente por los mambises, continuaron avanzando amparados en la superioridad numérica y la experiencia militar.

Ante la evidente imposibilidad de mantener a Bayamo debido al potencial enemigo, los habitantes de la Villa, en una asamblea pública, tomaron la heroica decisión de quemar la ciudad antes de que volviera a caer en manos del Ejército Español.

Así, cuando Valmaseda entró a suelo bayamés tuvo que avanzar entre las llamas, aún no apagadas del todo, que redujeron a cenizas a una de las localidades más antiguas y mejor construidas de Cuba.  

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