Por Félix Sánchez Rodríguez [1]
Cierra un año que ha sido muy importante para mí como
celebración personal. Muchos años han pasado ya —nada menos que treinta y
cinco— de aquel momento en que tuve la dicha de trabar contacto, por primera
vez de manera organizada, con las revolucionarias ideas filosóficas, económicas
y políticas de Carlos Marx. Ocurrió en la Escuela Nacional de Cuadros de la
UJC, una espaciosa y moderna instalación de prefabricado erigida en Habana del
Este, cerca de la costa norte y también de ese marinero pueblecito de Cojímar
con su sobrio y vigilante busto de Hemingway.
En aquel Curso Básico, de apenas un año, destinado a los
cuadros juveniles de todo el país (se me había incorporado a él por ser
Instructor para el Trabajo de la UJC en una Sección Política de Regimiento),
recibíamos varias asignaturas de las llamadas políticas. Y de la mano de un
brillante profesor, José Ángel Pérez, Pepe, de muy baja estatura, y apasionado
y locuaz hasta la seducción —a sus espaldas lo llamábamos “el pequeño Marx”—,
que impartía Economía Política del Capitalismo, nos adentramos un poco todos,
soñadores y jubilosos, por el ancho mundo de las categorías y las leyes que
rigen la producción social.