viernes, 23 de agosto de 2013

Una maestra que escribe



Texto y fotos: Clara Maylín Castillo    CULTURA / Literatura

Con 95 abriles en el cuerpo, Mercedes Cossío Montejo creyó que la vida no le reservaría grandes sorpresas. Y se equivocó. Cuando hace unos dos meses, en el patio de la sede bayamesa de la Unión Nacional de Escritores y Artistas, le comunicaron que le sería otorgado el Premio al Mérito Literario José Joaquín Palma, este icono de la pedagogía y la literatura conoció de nuevo el embeleso.   

Entregado a ella en la tarde de este viernes, en el mismo sitio donde recibió la noticia, este galardón reconoce una carrera intelectual que tuvo su génesis en la niñez, estimulada por el profesor y poeta Felipe Pichardo Moya.

Cossío Montejo tuvo la suerte de nacer en una familia burguesa de Camagüey, origen que le abrió las puertas de una educación valedera. En 1941 se casó con un ganadero espirituano, cuyas propiedades se encontraban en Bayamo, y por ende vino a vivir a esta urbe con 23 años de edad, sedienta de conocimientos y llena de sueños que vería materializados.

Llevo aquí 72 años, pero yo no he dejado de ser camagüeyana, porque aunque amo mucho a Bayamo, lo defiendo, le he dado lo mejor de mi juventud y mi vejez, Bayamo nunca me ha reconocido como hija. Yo adopté a Bayamo; Bayamo no me adoptó a mí. Pero me siento muy bien, porque la sociedad que está formada por los miles que fueron alumnos míos me quieren mucho.

-Cuando llegó a esta ciudad, ¿encontró un ambiente cultural propicio para canalizar sus inquietudes intelectuales?

No había nada; prácticamente nadie escribía. Me quedé asombrada, porque en Camagüey teníamos un círculo literario en la Escuela Normal de Maestros y a través del Conservatorio de Música hacíamos todos los meses actividades culturales. Aquí no había ambiente. Yo iba a las distintas Sociedades, al Círculo de Bayamo, pero de arte y letras no había nada.

-¿Cuáles fueron sus primeros pasos en la escritura al llegar a  esta ciudad?

Mi esposo no quería que yo trabajara, porque económicamente no lo necesitaba, pero yo empecé a trabajar como maestra rural en Horno Arriba, Cayamas, Veguitas y después vine a trabajar a la ciudad. En esos tiempos no había libro de texto. Yo inventaba los libros para mis alumnos, página por página, anotaba los datos en la pizarra y ellos copiaban en las libretas que yo les compraba, porque no tenían. Los que vivimos esa época sabemos lo que fue la falta de ayuda para la educación. Había que ver cómo se robaban el dinero. Ya con el triunfo de la Revolución en 1959 empezó una vida nueva.

-¿Esa vida nueva generó espacios de socialización artística en Bayamo?

No. Tuvieron que pasar años. Con el surgimiento de la UNEAC sí tuvimos un ambiente cultural, alimentado por los pocos que empezamos, porque éramos un grupo reducido. Estábamos Lucía Muñoz, Carlos Casasayas, Orestes Adán, Eloy Ramírez, Luis Carlos Suárez, Arsenio Rosales y yo como escritores, músicos como Guapachá, Rafael Cabrera y el director de la Banda de Conciertos, Aracelys Sarmiento por la radio, Juan Ramírez y otros pocos. A través de Lucía Muñoz que estuvo 15 años de presidenta realizamos una labor sistemática de divulgación cultural de actividades, y yo fundamentalmente impartí conferencias, sobre todo en el evento Crisol de la Nacionalidad.

-Tiene publicados los libros “Recuerdos de una maestra” y “Amigos”. ¿Cómo se convirtieron en productos de casas editoriales?

El primero que mencionaste se llamaba “Recuerdos de una vieja maestra”, pero Arsenio Rosales me sugirió eliminar la palabra “vieja”. Ese libro de testimonios fue premiado en 1985 por el Sindicato Nacional de Educación y se publicó en 1995 por Ediciones Bayamo como testimonio de mi vida de maestra antes y después de la Revolución.

-¿Por qué siendo un premio nacional tuvieron que pasar 10 años para que el volumen se publicara?

Porque antes era muy difícil publicar, no había tantas editoriales, aunque ahora sigue siendo difícil. Los que vivimos en provincia tenemos esa dificultad. Hace cuatro años mandé a Ediciones Bayamo “Calendario de otoño”, una novela costumbrista, y me la devolvieron con una nota que decía que tenía que ser más atrevida para escribir. ¿Sabes lo que quiere decir eso? Que ponga malas palabras, que describa con detalles un acto sexual, y yo tengo un prestigio de maestra, un nombre limpio. No voy a rebajar mi dignidad para escribir suciamente. Y entonces si no soy bastante atrevida para escribir malas palabras, no se me ocurre mandar ninguna obra mía  a la editorial, porque mis obras tienen un lenguaje literario correcto. También tengo el libro infantil “Amigos” que me publicó la Editorial Sanlope de Las Tunas en el 2004. Son narraciones cortas en las que hablan los animales, todos cubanos.

-Decía que no piensa presentar ninguna obra suya a la editorial. ¿Cuántos libros tiene inéditos?

Tengo seis novelas inéditas, incluyendo una romántica que le escribí a mi sobrinanieta por sus 15 años. Tengo “Abrazado a la tierra”, dedicada a la memoria de mi padre, que habla de la vida del campesino en aquella época y del cambio que se ha producido en el campesinado en la Revolución Socialista. Tengo otra sobre la vida de una prostituta que se llama “Hojas que arrastra el vendaval” y hasta una histórica llamada “El hombre de San Lorenzo”.

-¿Qué plan tiene para esas obras?

Ninguno; guardarlas.

-Algo que maravilla a quienes la conocen es que a su edad mantiene la peña “Hablemos de historia”.

La hago todos los meses en el portal de la casa. La empecé para los niños de la cuadra, pero vienen los grandes también. Empezamos hablando de la Historia de Cuba, relacionado con las fechas históricas del mes, pero este año estoy dando Historia de Bayamo, porque Bayamo tiene una historia tan rica y tan poco conocida de los bayameses, que no saben ni cómo se fundó este lugar.

-En su trayectoria cultural cuenta con el Premio Bayamo, el Sello del Laureado y el reconocimiento como Personalidad de la Cultura. Este galardón al Mérito Literario viene a coronar una carrera exitosa, cuya resonancia no se deriva exclusivamente de los premios, sino de la admiración de un pueblo.

Nunca me he considerado importante. Dije una vez “Yo soy una maestra que escribe”. Ni siquiera me considero una escritora, aunque sé que a esta edad puedo seguir escribiendo.

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